Es inevitable en estos momentos no hablar del COVID-19, pero es que además, considero, resulta una necesidad imperiosa. Ante tal acumulación de noticias, de infoxicación, empieza a volverse imprescindible que más personas arrojen luz, o al menos den su punto de vista, en relación a esta realidad que nos envuelve. No me voy a poner mesiánica a lo Jared Leto, pero sí considero que tengo algo más que decir sobre este tema y siento que no caigo en redundancia, si vuelvo a hablar de la crisis educativa que se ha desencadenado de la expansión del Coronavirus.
Desde hace varios días se habla de una supuesta reunión para mañana en la que en teoría se hablará de la posibilidad de cerrar el curso académico. Debo reconocer que cuando escuché esto por primera vez, me sentí bastante abrumada, y en lo primero que pensé fue en aquellos alumnos y alumnas que más me necesitan (vamos, al menos, desde mi concepción); pero visto lo visto y tal y como se están desarrollando los hechos, creo que es la mejor solución.
Sé que esto supondría un esfuerzo estratosférico para las familias, que ya están asumiendo un modelo de crianza sin precedentes históricos, pero no encuentro mejor desenlace a esta situación decadente. El cierre del curso ahora mismo acabaría con el estilo académico que se ha venido desarrollando en las últimas semanas; un modelo antipedagógico que en muchos casos, más que ayuda, trae consigo la destrucción de aquellos valores por los que hemos luchado durante tantos años.
Estado de peligro de valores transcendentales en la educación actual.
Y mientras esperamos que el gobierno central tome medidas que igualen el panorama educativo y esto no parezca un contínuo de ensayo error, en el que cada docente y cada centro educativo hacen algo diferente a través de plataformas distintas; recordar que ahora mismo peligran muchas de las convicciones o ideas que son protagonistas del modelo educativo presencial. Sin un ápice de exageración por mi parte, me gustaría reflexionar hoy, acerca de las características del sistema educativo español que están peligrando a costa del modelo pedagógico resultado de la crisis del Coronavirus.
Equidad educativa.
Durante las últimas décadas, ha sido una premisa de nuestro modelo educativo, la idea de equidad. Pero no debemos confundir el término equidad con igualdad, pues la equidad del sistema educativo va mucho más allá de una simple equivalencia. Un sistema educativo equitativo, es un modelo integrador que lucha por atenuar las desigualdades sociales, económicas, culturales, de género, etc; de tal manera que garantice un acceso universal y con igualdad de derechos a este mismo. Así contado, puede parecer que igualdad y equidad son lo mismo, pero nada más lejos de la realidad. La desigualdad educativa se mide en resultados académicos, como una dispersión de la norma por cuestiones como la capacidad, el interés o el esfuerzo del alumnado. Sin embargo, inequidad educativa atendería a una dispersión de esta norma centrada en las circunstancias económicas y familiares de los discentes.
Es más que evidente que ahora mismo, existe una desigualdad palpable en este nuevo modelo educativo, centrado por las circunstancias del COVID-19, en la teleformación. El gobierno central estima que son en torno al 12% del cómputo total de familias, aquellas que no tienen acceso a Internet, y por tanto no pueden acceder al sistema educativo, o más bien, a las conocidas tareas de aprendizaje que estos días se están enviando al alumnado. La famosa brecha digital, que está dilapidando la equidad educativa.
Recomiendo leer el artículo de Laia de Cosetes de no res, en el que hace una aproximación más teórica y mejor traída sobre segregación y la equidad, desde su perspectiva como docente de pedagogía diferencial.
Inclusión.
Por otro lado, al modelo telemático que ya hemos comprobado que a día de hoy no es para todos, se le suma otro efecto de desigualdad en estos momentos, y este no es más que la inclusión educativa. Años y años trabajando en un modelo pedagógico inclusivo, lo cual ha costado y cuesta esfuerzos individuales y globales muy cuantificables, para ponerlo ahora mismo en peligro. Tal y como hemos planteado las tareas o actividades a realizar por el alumnado en casa, no siempre cumplimos con las adaptaciones necesarias para estos nños. Recordemos que existe un porcentaje del alumnado de todas las etapas educativas que sin un tipo de educación personalizada, y un apoyo constante, no alcanza los objetivos de estas actividades extracurriculares (si los tienen).
Numerosos docentes se han manifestado en estos últimos días en apoyo a un tipo de discentes que nos necesitan más que nunca. Que las familias tengan que salir a la calle con un pañuelo azul atado en las muñecas, para que entendamos que hay circunstancias personales que necesitan de medidas extraordinarias; no es más que un ejemplo de lo que nos queda por trabajar a nivel educativo y social en el modelo inclusivo de sociedad.
¿Cómo podemos plantearles a las familias diversas que afronten el trabajo de un docente en estos momentos? Esta es, en mi opinión, la cara más amarga de esta realidad. Como siempre, los más desfavorecidos son los más perjudicados en situaciones como esta crisis del COVID-19.
Recomiendo este artículo de María Eugenia Pérez en el que destaca el paso hacia atrás que estamos dando en este sentido.
Los deberes.
Quizás el punto que más polémica está causando entre las familias es el de los deberes. Dice Toni Solano en su twitter que este puede ser este el año en el que por fin nos demos cuenta de que las actividades extracurriculares o "deberes", son un despropósito que no tiene valor añadido. Bueno, él no dice despropósito, pero lo digo yo. Esos listados incongruentes de actividades faltas de toda lógica educativa que no son más que un mero ejercicio repetitivo, niños y niñas trabajando de sol a sol en una situación de crisis social, sanitaria, económica,...; no son más que el relato de un sistema educativo que en las últimas semanas no deja de dar pasos atrás en el respeto por las libertades de los niños. Por suerte empiezan a leerse cada vez más escritos que nos hacen ser conscientes de este discurso de los deberes desde un prisma adultocentrista, de como no estamos pensando en los niños y en las niñas a la hora de planificar las tareas y actividades a realizar en casa.
En este sentido, a pesar de que no me ha gustado el tono en el que se erije cómo representante de toda la infancia mundial, Mar Romera; me parece que lo que transmite está muy acertado y espero que cada día más personas muestren su desacuerdo con esta locura.
Para la administración, los docentes no somos más que personas que elaboran listas de deberes o hacen vídeos de Youtube para luego poner más deberes. Así de trágica es una situación que por más lamentable que sea, vuelve a poner el foco de mira en uno de los contextos que más discrepancias y más distancia han generado entre familias y docentes.
Metodologías activas.
Y, ¿dónde quedan las metodologías activas en el desarrollo curricular en casa? A mí que no me vendan que se puede trabajar por proyectos o mediante el trabajo cooperativo en el hogar, porque esto es radicalmente imposible. Con lo que nos ha costado dejar de ser el foco de atención en el modelo educativo, para que los niños comenzaran a ser los auténticos protagonistas de su aprendizaje... Si no paramos esto, volveremos a la clase magistral antes de lo creemos.
Convivencia y valores.
Evidentemente no es culpa de nadie, pero los niños y las niñas, adolescentes y personas en edad escolar, perderán el elemento social que tantos aprendizajes a nivel de valores otorga la convivencia escolar. Aunque no exento de polémica, la formación en valores ciudadanos, en mi opinión no debe nunca contemplarse desde un prisma reduccionista que la relegue al ámbito familiar, pues es el centro educativo el mejor escenario para entender y comprender qué es convivencia. Sin embargo esta situación, deja en el ámbito de los hogares, estos aprendizajes, que si bien son parte de la educación familiar, en mi opinión se ven incompletos pues sesgan desde la ideología de cada familia y muchas veces no promueven un espíritu crítico en el alumnado. Y sí, de esto pecamos todos, incluida yo misma.
Toda una serie de contenidos relacionados con las habilidades sociales, la empatía, y en general, con el amplio abanico de la educación emocional en su componente más social, saldrá perjudicado por algo tan simple como es la falta de contacto.
Competencia digital.
Con esta pandemia se ha abierto una caja de Pandora que se preveía estallaría con todas sus fuerzas y esta es, ni más ni menos, que el desarrollo de la competencia digital tanto de alumnado como de profesorado. Resulta que tenemos a toda una generación de alumnos que tienen cierta destreza y habilidades en el manejo de plataformas como Youtube, redes sociales, videojuegos, etc; pero que no sabe cómo poner un acento en un documento escrito. Esto, para hacernos una idea de cómo hemos manejado esta competencia en el desarrollo curricular del alumnado. Por otro lado, en el caso del profesorado, tenemos tres cuartas partes de lo mismo. Cada uno de nosotros nos hemos especializado en las plataformas que hemos considerado oportunas o pertinentes, como herramientas para el ejercicio de la docencia, pero todo esto lo hemos hecho en muchos casos de manera autodidacta. Esto ha favorecido que no exista un consenso o unión acerca de las destrezas que un docente debe desarrollar ni tampoco una plataforma única que nos hubiese permitido estar todos formados para hacer frente a una situación como esta.
Recomiendo también la lectura de este artículo de IneveryCrea en el que he tenido el placer de compartir con otros 18 docentes, mis sentimientos acerca de esta crisis educativa. Aquí encontrarás a docentes que sí han hecho los deberes a la hora de trabajar la competencia digital en las aulas, para poder llevarla a cabo estos días.
Calidad docente.
Y por último, me gustaría acabar con la pérdida de calidad docente resultado de los nuevos métodos de enseñanza online. Espero que nadie se sienta ofendido con alguna de mis ideas, pero especialmente, cuando afirmo que hemos perdido calidad como docentes, calidad y calidez. Yo creo, que este era el momento de reivindicar nuestra valía, pero nos ha llevado la marea... Este era el momento de hacer ver a nuestra sociedad que nuestro trabajo es imprescindible, que sin nosotros, este mundo se para, que los docentes somos el motor de los cambios sociales que se dan a gran escala en nuestra sociedad. No teníamos más que hacer ver que nuestro trabajo no se puede replicar en los hogares, que se nos necesita, que durante años nos hemos estado formando para la sociedad del futuro y aunque con la competencia digital, a nivel general, aprobada por los pelos; hemos logrado un nivel de calidad docente fruto de nuestro sacrificio y trabajo a pesar de la situación de recortes continuados. Pero no, nos hemos sumado, de un modo totalmente disperso a hacer lo que buenamente hemos podido hacer, sin darnos cuenta del detrimento hacia nuestro propio colectivo.
No era el momento de llevar la educación a los hogares, ni lo será nunca, porque hacemos falta. Si se pudiera replicar lo que sucede en un aula mediante las TIC, ya no seríamos necesarios. Y esto es lo que había que reivindicar, que nuestro trabajo importa, que sin nosotros no hay educación. Los primeros días de confinamiento, ante una convivencia de veinticuatro horas en los hogares y con las primeras actividades, creo que se entendió la capacidad de trabajo, siempre criticada, que poseemos. Este era el momento de parar. Pero no. Queríamos más. Queríamos ser los mejores docentes, porque si hay algo que abunda en nuestro colectivo es la competitividad. Comenzaron a salir los listados de deberes inacabables, las sesiones de trabajo empiezan de mañana y acaban de noche y un Twitter lleno de docentes que afirmaban que trabajan más con el confinamiento que durante las sesiones presenciales... Pues perdónenme colegas, pero si esto es así, ¡qué pena! Qué lástima tener reconocer que no se da el 100% en el contexto en el cual sí se tiene que dar, la educación en las aulas. Pero es que además, no me lo creo. Lo siento, pero esto no puede ser cierto por una razón, y es que hay actividades propias del docente que no estamos levando a cabo (trabajo de departamentos y equipos, conmemoraciones y festividades, convivencia, blibliotecas escolares, actividades complementarias, tareas de dinamización de lenguas, y un largo etc.). Hay tanto del trabajo docente que no se puede hacer con el confinamiento, que me resulta insultante que no seamos conscientes de que en circunstancias normales trabajamos y el doble. ¿A qué tenemos miedo? ¿A la crítica? ¿A que digan que tenemos muchas vacaciones? En estos momentos, lo siento, pero todo esto es secundario, lo que importan son los niños.
Lo peor de esta crisis educativa no es la falta de criterios comunes, la incertidumbre, la problemática de los deberes o la brecha digital. Lo peor de esta crisis es que hemos dejado que nuestra figura y nuestro trabajo vayan a menos y para la opinión pública seamos esas personas prescindibles que solamente sirven para enviar deberes.
Por este motivo y tantos otros, que sin duda quedarán para próximos artículos; yo, como docente y como madre solo pido una cosa, y esto es: acabar el curso académico antes de que sea tarde.
Otros artículos que tambien recomiendo:
Podcast sobre la temática:
La filosofía del aula en una generación será la filosofía del gobierno en la siguiente.
3 comments
Estamos de acuerdo en que tal y como se está haciendo no es la mejor forma ni se mira por los alumnos pero... ¿Terminar el curso sin más es una solución? ¿Dejar a los alumnos con casi medio curso sin dar? Para mí es decir que sobra medio curso, y entonces sobra cada año.
ResponderEliminarPues lo cierto es, Patri, que si cada curso se va a dar una pandemia a nivel mundial, entonces sí, sobrará medio curso cada año. Hay que analizar el contexto en el que se está dando esta situación, no sólo el elemento educativo. Cuando entendamos por fin que esta crisis está por encima de todo, quizás entendamos que los valores de la educación deberían estar por encima de lo que consiga en medio curso escolar. Pero bueno, esta es solo mi opinión, que no tiene por qué ser la tuya, la cual por cierto, te agradezco.
EliminarEn contestación a Patri, año tras año en primaria, se repiten los mismos contenidos un poco más ampliados, los niños y las niñas no solo contenidos o sacos a llenar sin fondo de forma curricular, la vida da muchas vueltas y nada es permante, porque no dejar fluir y darle la oportunidad de ser sin más niño y niñas integros. Vivimos toda la vida controlando sus acciones subestimanos su capacidad de desarollo evolutivo, estamos perfectamente diseñados para aprender, es mas no se trata de lo que nosotros le queramos enseñasr sino lo que ellos quieran aprender... ¿Qué pasa van a ser más burros por no termnirar un año? Acaso te acuerdas de todo lo que hemos dado en la primara o en la ESO o en EGB o BUP y COU como fue mi caso.No sobra nada, ni falta nada, somo seres integros que con respeto y libertad y dejandodolos ser niños podran desarollar sus facultades ejecutvas dentro del contexto que les toque vivir. CONFIEMOS EN ELLOS Y ELLAS.
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