Son muchos años ya, divulgando acerca de la calidad que me encuentro a diario en la enseñanza de todos los niveles educativos en España. No es casualidad, no resulta un capricho del azar, que cada día más iniciativas, proyectos, actividades, trabajos docentes y discentes, sean los protagonistas de las redes sociales, las noticias, del debate en el café, etc. Creo firmemente que la educación en España, más allá de generalidades o lo que diga PISA; goza de un momento de esplendor. Que además de lo evidente: que no todos los centros educativos son iguales, que hay docentes de todo tipo, que no todas las experiencias son innovadoras o están en la tendencia; en los últimos años la educación española ha evolucionado, se ha profesionalizado y ha alcanzado cotas tan productivas como creativas, altamente reseñables.
Esto que para mí no es una novedad, probablemente para ti tampoco lo sea, pues con el influjo de la pandemia muchos docentes han mostrado su compromiso por mantener un modelo educativo adaptado al alumnado, consciente del momento que vive, comprometido con la formación de una sociedad plena y más equitativa. Esto es algo que empieza a ser palpable y hoy quiero hablarte de una experiencia personal que me ha venido demostrando lo que en estas líneas expongo.
Recientemente he tenido el placer de participar como miembro (una feminista diciendo miembro, ya debemos quedar pocas) del jurado de los Premios Espiral 2021 y me gustaría compartirte lo que me he encontrado. Una experiencia gratificante y altamente didáctica que me ha hecho sentir orgullosa de la calidad educativa en España (y otros países de habla hispana) y que me ha hecho replantearme mucho mi propia metodología, así como reafirmarme en mis creencias más profundas.
Son muchos años ya, divulgando acerca de la calidad que me encuentro a diario en la enseñanza de todos los niveles educativos en España. No ...