Cuando tantas veces reflexiono acerca de lo que supone ser docente hoy en día, recurro en muchas ocasiones a la metáfora de la carrera de fondo. Cuando sientes el pistoletazo de salida te comen la ilusión apasionada y desmedida, el romanticismo en estado puro del comienzo de la carrera de tu vida. Sin embargo, y sin perjuicio de la pérdida de un ápice de vocación; cuando la carrera transcurre un buen tiempo y te encuentras en un tercio del total (como supongo es ahora mismo mi caso), la perspectiva es muy diferente. Si estás en mi situación o lo has estado sabes de la dureza de este trabajo, que a pesar de darte muchas alegrías, también te pone obstáculos y retos con los que no contabas en la casilla de salida. Es imposible mantenerte en ese estado eufórico del inicio, esa adrenalina de comerte el mundo y empiezas a posicionarte en una marcha más cauta. Por este motivo, siempre pongo por delante de mi práctica educativa el respeto hacia aquellos compañeros que están por finalizar su carrera, no en vano, esa resistencia que requiere llegar a la meta, es un ejercicio al que han tenido que dedicar muchos más años que yo.
No es fácil ser maestro, docente, profesor. Pero no es que no sea fácil un día, un curso en concreto o una temporada. Trabajar en educación no es fácil, simple y globalmente y tomar perspectiva es el mejor modo para definir el tipo de trayectoria que quieres tomar.
Como en otros artículos donde reflexionaba sobre la desinformación en educación y la responsabilidad en el análisis crítico y el escepticismo en el estudio de la información, me hallo en un momento de mi carrera profesional en el cual me cuestiono, me evalúo y me replanteo mi práctica docente. Algo que sería impensable en los primeros años de docencia, pues el empuje es fuerte y explosivo, y así tiene que ser; pero que me resulta imprescindible en este momento de esa metafórica carrera, tomar aliento y repensar mis creencias.
Yo no quiero ser esa docente y te lo cuento por si estás en mi misma situación. Te lo cuento como desahogo, para filosofar, para hablar de algo que resulta tabú. Y esto es que los docentes, también erramos, también nos equivocamos en la estrategia para llegar a la meta.
No es fácil ser maestro, docente, profesor. Pero no es que no sea fácil un día, un curso en concreto o una temporada. Trabajar en educación no es fácil, simple y globalmente y tomar perspectiva es el mejor modo para definir el tipo de trayectoria que quieres tomar.
Como en otros artículos donde reflexionaba sobre la desinformación en educación y la responsabilidad en el análisis crítico y el escepticismo en el estudio de la información, me hallo en un momento de mi carrera profesional en el cual me cuestiono, me evalúo y me replanteo mi práctica docente. Algo que sería impensable en los primeros años de docencia, pues el empuje es fuerte y explosivo, y así tiene que ser; pero que me resulta imprescindible en este momento de esa metafórica carrera, tomar aliento y repensar mis creencias.
Yo no quiero ser esa docente y te lo cuento por si estás en mi misma situación. Te lo cuento como desahogo, para filosofar, para hablar de algo que resulta tabú. Y esto es que los docentes, también erramos, también nos equivocamos en la estrategia para llegar a la meta.
No quiero ser esa docente.
- No quiero ser esa docente que todo lo sabe y todo lo entiende. Por desgracia todos llegamos a un punto en el cual la experiencia te dice que tienes un amplio abanico de conocimientos, así que es muy fácil el caer en prejuicios y sesgos acerca de tu competencia para aprender. Espero que me quede un largo trecho por recorrer para mejorar mis conocimientos, que me sorprendan nuevos retos y que aprenda cada día, que una nueva metodología no se me resista por más edad que tenga, que no juzgue sin saber, espero que no piense que ya me lo sé todo y que mi nuevo compañero no tiene nada que ofrecerme.
- No quiero ser esa docente resistente al cambio. Cuando un método funciona resulta muy difícil cambiar, aún a pesar de que el contexto ya no sea el mismo. Espero tener la plasticidad suficiente para adaptarme a los nuevos tiempos que vengan, pero espero especialmente, saber reconocer lo que sea válido para incorporar en mi metodología cotidiana. Espero ser crítica tanto como flexible. Espero que nunca tenga que decir "yo esto no", por miedo o por comodidad.
- No quiero ser esa docente hiperconectada. Y esta tarea la tendré que trabajar a fondo, porque me hace falta. No quiero estar ahí para el like, para el reconocimiento vía red social. No me quiero apuntar a todas las fiestas porque al final el ejercicio de la docencia, el que es real, sucede en mundo 1.0 y ahí es donde quiero conectar con los demás. Con el alumnado, con las familias, con los compañeros,...
- No quiero ser una profe influencer que tiene miles de seguidores si mis alumnos no me siguen en mis propias clases. No quiero que me conozcan por un proyecto y no por el colegio que represento (el mío es el CEIP Mestre Martínez Alonso, por si no lo menciono lo suficiente, nótese la ironía). No quiero ser popular por mi trabajo, y aunque te parezca contradictorio, no quiero ser esa profe de Internet que todos conocen, porque esto supondrá horas y horas de dedicación a una parte de este empleo que se llevará muchos momentos de ocio y conciliación consigo.
- No quiero ganar un premio y ser la mejor docente para un jurado que nunca me ha visto trabajar, pero sentir que no doy la talla en el aula. No quiero cometer el error de pensar que soy mejor que mi compañero, porque han leído mi artículo para el blog, porque salgo en el periódico.
- No quiero ser esa docente que dice que sí a todo, que se entrega a todo cuanto proyecto le pidan, que se deja el cuerpo y el alma y la salud.
- No quiero ser esa docente que mira por encima del hombro a un compañero, que le hable con superioridad, pensando que es mejor. Prefiero ser peor docente, que peor compañera. Jamás me permitiría hablarle mal a alguien por el mero hecho de no coincidir en una metodología, nunca me perdonaría ser maleducada o faltar al respeto, me sentiría realmente mal si tuviera la necesidad de brillar a costa de opacar el trabajo de los demás.
- No quiero ser esa docente a quién solamente preocupa lo educativo, como si no tuviese una vida detrás de las tizas. No quiero hablar únicamente de mi alumnado como si fuese mi única motivación, como si ser mejor docente fuera mi único aliento o razón de existencia.
- No quiero ser esa docente que quiere salvar el mundo, que quiere cambiar las cosas, porque si bien es cierto que sin acciones pequeñas no se llegan a conseguir grandes cosas, no es justo que esta responsabilidad caiga sólo en mi persona. Además, es algo ególatra pensar que uno es agente de cambio, obviando el beneficio que pueden darte hasta los gestos más pequeños del apoyo de los demás. Los grandes cambios en educación no llevarán el nombre de una persona, sino de generaciones y asociaciones. No quiero ser protagonista, es una carrera de relevos, lo tengo claro hace mucho tiempo.
- No quiero ser esa docente que pierde perfil docente para entregarlo a un cargo directivo o a una coordinación, pues ya sé lo que es perder perfil de especialista para entregarlo a la tutoría.
- No quiero ser esa docente que se encierra en el colegio y que ya no recuerda lo que es ocio y cultura.
- No quiero ser esa docente que teme que llegue la jubilación, como si aquí se acabase lo de ser profesora.
- No quiero ser muchas cosas, pero especialmente no quiero ser esa docente que veo que puede llegar, porque el camino es largo y sólo llevo un tercio de la carrera.
Es fácil ver las faltas de los demás, pero qué difícil es ver las nuestras propias. Exhibimos las faltas de los demás como el viento esparce la paja, mientras ocultamos las nuestras como el jugador tramposo esconde sus dados.
✓Buda.
Cuando tantas veces reflexiono acerca de lo que supone ser docente hoy en día, recurro en muchas ocasiones a la metáfora de la carrera de fo...