A veces el cambio educativo del que tanto se habla en clave experta, me recuerda a ese trabajo que en primera instancia hacen los niños, pero que se ve a la legua que tiene la mano del profesor o la maestra. Y oye, nada tengo en contra de que el docente sea un agente activo que trabaje cooperativamente con los alumnos de manera que sea uno más, pero al César lo que es del César, ¿no? Si el trabajo es de los niños, debería tener imperfecciones y detalles que nos muestren su implicación en el aprendizaje. Porque si queda muy bonito y muy profesional, el cambio educativo será un cambio en la función docente, no en el resultado del aprendizaje. Me sigues, ¿verdad?
Si echamos la vista atrás en materia de evolución educativa, uno de los pilares fundamentales en los que se ha basado la innovación en educación, es el fomento del paidocentrismo. Pero este modo de otorgar el protagonismo al alumnado, considero no se aplica a la hora de implementar nuevas metodologías en las aulas, y cabe resaltar que este es un concepto que surge a finales del S. XIX, pero que tiene sus inicios en la teoría del filósofo italiano Comenio del S. XVI. Vamos, que ya ha llovido, pero no mucho ha cambiado.
Con esto quiero decir, que tú maestro, tú profesora, puedes implementar nuevas metodologías en el aula, puedes estudiar y formarte, puedes leer mucho y considerar qué es lo mejor para tu aula y tus alumnos. Puedes, hasta discutir en Twitter acerca de lo que es más conveniente y defender a capa y espada que haces lo mejor por tus niños y niñas. Pero lo cierto es, que si no atendemos a las necesidades educativas que de partida ellos tienen, de nada vale que innoves o trabajes, por más que lo estés haciendo hasta con el alma.
El cambio educativo no está en ti, el cambio deberá estar en sus aprendizajes.
Si echamos la vista atrás en materia de evolución educativa, uno de los pilares fundamentales en los que se ha basado la innovación en educación, es el fomento del paidocentrismo. Pero este modo de otorgar el protagonismo al alumnado, considero no se aplica a la hora de implementar nuevas metodologías en las aulas, y cabe resaltar que este es un concepto que surge a finales del S. XIX, pero que tiene sus inicios en la teoría del filósofo italiano Comenio del S. XVI. Vamos, que ya ha llovido, pero no mucho ha cambiado.
Con esto quiero decir, que tú maestro, tú profesora, puedes implementar nuevas metodologías en el aula, puedes estudiar y formarte, puedes leer mucho y considerar qué es lo mejor para tu aula y tus alumnos. Puedes, hasta discutir en Twitter acerca de lo que es más conveniente y defender a capa y espada que haces lo mejor por tus niños y niñas. Pero lo cierto es, que si no atendemos a las necesidades educativas que de partida ellos tienen, de nada vale que innoves o trabajes, por más que lo estés haciendo hasta con el alma.
El cambio educativo no está en ti, el cambio deberá estar en sus aprendizajes.
A veces el cambio educativo del que tanto se habla en clave experta, me recuerda a ese trabajo que en primera instancia hacen los niños, per...