A todos nos gusta defender nuestras ideas y creencias. En lo personal, soy
realmente eufórica, cuando no irritante, pero si algo eleva mis pasiones en la
oratoria, esto es la educación. Así, en su sentido más amplio. Me recuerdo
desde siempre castigando con palabras los momentos de recortes, de injusticias,
de falta de derechos sociales,... Para mí, pocas cuestiones están a la altura
de esta temática que muchos creen no les repercute por el hecho de no ser
estudiantes, o padres, o profesores. Recuerdo a la perfección conversaciones
acaloradas con uno o con cuarenta sin rendirme al criterio de todos,
defendiendo siempre una serie de ideas, que creo reflejan en gran medida mi
concepto de sociedad. Por este motivo creo que necesitamos más medios
divulgativos especializados en determinadas temáticas, pero más todavía en
educación. No podemos dejar de lado la especialización en la transmisión de
conocimiento. En ámbitos tan amplios como el educativo, de nada vale contar con
la misma persona que sabe de economía o de política. Para hablar de educación
que se pronuncie la docencia, la discencia, las comunidades educativas, la
sociedad que crea y que fomenta la misma educación, los que generan contenido en webs, blogs y redes sociales, los curadores, los divulgadores.
Llegué a esta conclusión, una de las últimas veces que vi la televisión. En un conocido canal de la cada vez más flaca caja tonta y hace unos cuatro años, le hacían una entrevista por primera vez a César Bona. Por entonces, se empezaba a hacer conocido el zaragozano docente finalista de los Global Teacher Prize. Pero yo veía más allá del premio o del reconocimiento que se le brindaba al conocido profesor. Era la primera vez que en un debate televisivo, en primer time y con la mayor de las audiencias, se iba a hablar de educación y por fin, ¡un docente estaba invitado al debate!
Para mí, fue una expectación sin precedentes. El primer docente famoso, al que se le trataba como un experto en la materia. Algo es algo, ¿verdad? No en vano, ¿quién recuerda, durante todos estos años de cambios de leyes educativas, que se empleara la voz de los profesores para los debates, para la transmisión de información, para contrastar opiniones al menos? Para cualquier buen debate de toda cuestión ligada a la política o a la economía, se suele invitar a la televisión a analistas políticos y a periodistas. Personas reconocidas por sus competencias en relación a la política de este partido político, a su experiencia analizando a este otro grupo parlamentario, a su especialización en el debate político ni más, ni más bien, menos.
Pero aquella noche no. Aquella noche estaba César Bona, con su idea de educación, más o menos aplaudida, pero con conocimiento de causa, al fin y al cabo. Un profesor, un docente, y me repito en el prime time de esta cadena, hablando desde la realidad de la práctica docente. Por primera vez que yo recuerde, allí sentado al lado de los comentaristas más de moda en el momento, desconozco si ahora serán los mismos; estaba un profesor, como esta que escribe estas letras. Vamos, que si tengo que ser más directa diré que no era Marhuenda, que no era Inda, que era !un profesor! Alguien que en su labor docente, y a juzgar por su edad; realizó al menos tres programaciones didácticas distintas según las leyes educativas de turno, esas mismas que los dos ejemplos anteriores pudieron debatir en televisión. Es decir, al maestro (y hablo en general) no se le dejó opinar sobre lo que iba a ser su trabajo, hasta que le llegó el reconocimiento vía Global teacher Prize.
La ilusión duró poco.
Se le tergiversó, se le empleó de parapeto para las ideologías de otros acompañantes (conocidos e histriónicos periodistas) que tomaron el protagonismo del programa. Y por si esto no fuera poco, se dijeron absolutas sandeces y se defendió que la especialidad en una área concreta no era necesaria a costa de César Bona, especialista en lengua inglesa. Se dijo, que cualquier maestro podía impartir cualquier área, citando con la boca grande, la calidad educativa. En otras palabras, se apoyó, que para economizar en educación, tanto daba que el maestro de filosofía impartiera matemáticas.
Desilusionada desde el sillón, sólo pensaba: si esto tan bestia lo hacen con la educación, de economía no me puedo creer ni una palabra. No es que fuera ilusa hasta esa noche, pero en el fondo sí que conservaba cierta esperanza porque por fin se hablara con propiedad en un medio televisivo sobre una de mis pasiones más profundas. En el fondo, quise creer que ese día, se le dejaría hablar al maestro, al entendido, al especialista.
Que no te engañen. Hacen falta divulgadores que conozcan la realidad de ciertas temáticas. Son necesarias las personas que generen contenido relevante. Quizás tú, puede que yo, pero está claro que no debería tener autoridad para salir por la televisión y opinar sobre educación quién no ha pisado nunca un aula, quien no se ha interesado por la pedagogía, quien no lo vive como madre o como padre en una comunidad escolar.
Así que sólo me resta un consejo. Más allá de lo que te hace ser especialista en la temática que sea, apaga la televisión y teclea...
Todas las verdades son fáciles de comprender una vez que se descubren. El asunto es descubrirlas.
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