educación emocional domingo, 12 de abril de 2020

Tan solo era una cuestión de empatía.

Esta sociedad totalmente corrompida y destrozada, devastada y aniquilada por sí misma; ha tenido el buen hacer de sumarse a causas individuales: la lucha medioambiental, la igualdad de género, la desigualdad social, el maltrato animal, etc. Sin embargo, la solución a todas estas causas la teníamos delante de nuestras narices, todos los días, dándonos señales de alerta y no hemos querido verla. Porque en el fondo, y aunque nos duela, nos sentimos muy importantes luchando por separado en cada una de nuestras causas. Todos muy grandes, todos muy crecidos y enchidos, creyéndonos por encima, luchando por separado. Para que lo visualices, pegando las partes de un jarrón roto, pero cada uno con un pegamento diferente y no dejando hueco para que peguen los demás y sobre todo, sintiéndonos engrandecidos con nuestra contribución al "arreglo".

Es curioso, como algo tan ridículo y microscópico como un virus, haya sido el responsable de hacernos ver la realidad. Bueno, eso espero, porque a lo mejor necesitamos más que esto...




Verás, hasta donde yo lo entiendo, solo se puede superar esta crisis epidémica, entendiendo que el ser humano es un animal eminentemente social. Como seres sociales necesitamos estar y conectar con los demás, necesitamos vivir en sociedad y colaborar y cooperar, pues ha sido así desde nuestros ancestros; lo cual, al ser determinante en nuestra supervivencia se ha grabado a fuego en nuestro ADN. Necesitamos a los demás, porque solamente así, podemos sobrevivir.

El problema es que durante mucho tiempo, no solamente no hemos estado conectados a los demás, sino que hemos estado ausentes, consumidos por las nuevas tecnologías, enganchados a las pantallas. Hace tiempo que no valoramos a las personas, hace tiempo que muchos de los nuestros que pasan hambre o mueren buscando un lugar mejor donde vivir, han dejado de importarnos. Nos hemos adaptado y habituado a que la violencia nos sea servida en bandeja y le quitamos importancia porque no nos toca de cerca. Permitimos que nos hundan en una crisis económico financiera que no pedimos, pero nos subimos al carro con contratos basura y apoyando la precariedad laboral, comprando por Amazon, desterrando cualquier gasto en cultura para poder comprarnos el último Iphone. Hace tiempo que la economía se corona antes nuestras narices y como la mayor de nuestras drogas, nos creamos necesidades una tras otra, mientras el vecino no tiene ni siquiera un lugar en el que poder dormir. La voz de los niños ya no nos importa, porque hace tiempo que no son considerados como ciudadanos con derechos, y los ancianos son tratados del modo más despiadado sin tener en cuenta todo lo que han entregado para que este fuera un lugar mejor.

Este mundo que creamos con cada compra, que afianzamos con cada acto, es lo que nos merecemos, porque hemos destrozado nuestra sociedad con el más potente de los venenos, la falta de empatía.

Y fíjate cómo es el universo, tan equilibrado, que nos tiene que recordar que lo único que necesitábamos era conectar entre nosotros, hablarnos más, estar más tiempo presentes, centrados en lo realmente importante: las familias, los amigos, la sociedad unida dentro del confinamiento. Ha sido necesario hacer reflexionar sobre los modos de producción y el teletrabajo para darnos cuenta de que algunos profesionales son imprescindibles, lo cual es el caso de los docentes. Pero también, que otras personas, otros trabajadores, son el doble de productivos, si les damos la opción de conciliar de verdad. Hemos pasado del maltrato al personal sanitario, al aplauso. Hemos pasado de la actividad frenética al retiro, de no tener tiempo para los seres queridos a echarlos verdaderamente de menos, en lo frío de la ausencia de contacto físico. Hemos pasado de admirar a famosos e influencers a darnos cuenta de lo que aporta un policía, una persona que cultiva alimentos, la cajera de un supermercado. Pero más importante, nos hemos dado cuenta de que hoy en día nadie está a salvo, por más dinero que tenga, por más estatus, por más followers. Y sólo necesitábamos sentir, lo que el otro sentía, ver con sus ojos, compartir su corazón.

Tan solo era una cuestión de empatía. Y ahora dirán que si esto era por el cambio climático, o por los políticos, dirán que fueron los chinos, o alguien que creó el virus en un laboratorio. Pero esto ha pasado por nuestra falta de respeto hacia nosotros mismos, porque nos hemos fallado, porque hace tiempo que se valora la competencia, el liderazgo y todas esas chorradas que te quieren vender, pero solo hacía falta dejar de mirarnos el ombligo y entender que si no estamos unidos, no superaremos ni esto ni nada. La sociedad de la peste bubónica, seguramente al princio también pensaba que no era para tanto. Pues mira, sí que lo es, una pandemia siempre lo es, por más inconscientes que todavía tengan el valor de salir a calle, a costa de otros valientes, que velan por nuestra salud jugándose la suya, caso de las fuerzas de seguridad.

El virus no es lo peor. Lo peor que nos ha pasado es no ser capaces de ver que esto no lo superamos si no estamos todos unidos, si no recuperamos la empatía emocional. Así que, por favor,

 
#QuédateEnCasa

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