Educación lunes, 14 de marzo de 2022

Romantización de la educación

Siempre he sido fanática de los períodos románticos en el arte, que exaltaban esa figura individualista de la expresión de los sentimientos, esa subjetividad, esa búsqueda de uno mismo. Me llenan de admiración esos genios atormentados que mostraron la grandeza de sus creaciones al mundo apoyando movimientos revolucionarios, ese triunfo de la razón frente al fanatismo religioso y por supuesto, la consolidación de la ópera. Ha sido sin duda, una de las mejores épocas históricas del ser humano y a nivel filosófico nos ha dejado a Rousseau y su revolucionaria idea de este ser humano, como bueno por naturaleza. Y de esta sociedad, como corrompedora de esa bondad que a todos se nos presupone desde el naturalismo; surge en el romanticismo por primera vez la idea de vocación, ligada a las artes.

La has liao pollito...

Siglos después, el romanticismo se ha apoderado de nuestra sociedad en la que se critica la visión romántica de todo aspecto social. ¿Es la visión romántica el mal endémico de nuestra sociedad? 

Puede.

No me voy a poner muy Nietcheziana, pero,.. Amor romático, romantización de la pobreza, romantización de la maternidad, romantización de la depresión, de la violencia, de las drogas, de las enfermedades mentales, de la muerte. Hemos romantizado todo cuanto aspecto, individual y social, era necesario para asumir un rol de comportamiento gregario de pertenencia a la masa. Por tanto, era de esperar, que tarde o temprano esto afectara a los sistemas educativos y más tarde que pronto, creo que ya podemos hablar de romantizar la educación.

Romantización de la educación

Romantización de la educación.

 

Educar, dedicarse al desempeño de la docencia, déjame decirte, es agotador. Es un empleo muy agradable y te da muchas satisfacciones, pero el hecho de mostrar únicamente esta faceta de nuestras vidas como maestros, es romantizar el proceso de enseñanza aprendizaje, es romantizar la educación

Ahora mismo, existe una idea generalizada de la escuela como un espacio idílico, donde los docentes y los educandos son personas de amor y de luz, entregadas a la comunidad, en plena armonía. Y si esta no es tu idea de la realidad, es igualmente probable que pienses que así debería ser. Sin embargo, esto, en mi opinión, es un tremendo error. Un centro escolar no tiene que ser un espacio donde la figura de maestro sea la de un héroe salvador, la de un ser novelesco o incluso épico que consigue salvar al mundo a golpe de tiza (qué gusto da librarse de las antiguas creencias y madurar, evolucionar). El docente no tiene que ser una especie de guía de almas al servicio exclusivo de su alumnado, como si no hubiese otro propósito en su vida que el de servir y el de estar para ellos y ellas en cualquier momento del día. Este hecho se ha evidenciado especialmente en tiempos de pandemia, en los cuáles muchos maestros estábamos las 24 horas del día disponibles, comprometiendo nuestra vida y nuestra información personal solamente por estar a la altura.

Por otro lado, pasar el tiempo de familia y de ocio mejorando la calidad docente y trabajando una vez más, no solamente en el aspecto burocrático de este empleo, sino en la autoformación también es romantizar el proceso de enseñanza aprendizaje. Parte de este tiempo no es necesariamente vocacional, ni gusto por el trabajo, sino que en muchas ocasiones es no dejarse llevar por la marea para tener las tareas al día, lo que supone que muchos fines de semana los dediquemos íntegros a la función docente. Algo, que es impensable en cualquier otro puesto laboral, en el que presuponemos ese merecido descanso de dos días a la semana.

La tan manida vocación, de la que ya hablé en este artículo, no implica que yo tenga que autoexplotarme. El ejercicio docente necesita ahora mismo de una revisión acerca de los límites tanto de trabajo como de relación. Si bien es cierto que hemos sido agentes totalmente públicos y al alcance de todos, ya es el momento de recuperar el estatus de docente como funcionario público que tiene una vida más allá de la escuela. No se pueden descuidar otros aspectos de nuestra vida personal amparados por una vocación que no es real. Esa pasión por el ejercicio docente no te hace mejor docente siempre, especialmente cuando descuidas tu vida personal para entregarla al trabajo de una empresa que no solamente es que no te reconozca el esfuerzo, sino que está recortando tus derechos cada día más.

Habría que añadir que la solución de todos los problemas educativos NO está en la mano de los maestros. El profesorado, forma parte del sistema educativo y es el primero en denunciar situaciones diversas como el aumento de la violencia sistémica en los centros escolares, pero en este caso no es más que una parte más en el desarrollo de la sociedad. Cuestiones como el bullying, el ciberbullying o la violencia en la infancia y juventud no son responsabilidad única del ejercicio del magisterio. Del mismo modo, temáticas como la igualdad de género, el racismo, la no violencia, el impacto medioambiental, no van a cambiar simplemente porque los profesores nos pongamos a ello. Romantizamos la educación al pensar que este tipo de cuestiones solamente dependen del cuerpo docente como único agente activo en la creación de una sociedad mejor.

No somos los salvadores de la sociedad. 

No se nos puede poner encima una mochila llena de piedras entre las cuáles no solamente se encuentra el fracaso escolar o el absentismo, sino también las características sociales del momento.

Debemos recordar que existe un Gobierno Central, un Ministerio de Educación, Competencias autonómicas, familias, comunidades educativas, representantes y Concejales de Ayuntamientos que tienen una responsabilidad ética y de trabajo que complementa nuestra acción. No entender que una parte muy importante de los cambios educativos dependen de estas entidades es romantizar la educación nuevamente. 

Y hablando de la administración y su desempeño, recordar que se desoye la voz de los maestros pero se ensalza a los coach, a los opinólogos, a los que dan charlas... Se priva de autoridad tanto moral como pedagógica al pobre del maestro, que ve como delante de sus ojos las empresas privadas campan a sus anchas en la escuela pública con un mensaje que implica el gasto económico por encima del aprendizaje, la visión empresarial por encima de la realidad educativa que vive ese maestro a diario. La creación de nuevas leyes educativas sin pactos ni consensos, pero especialmente sin conocer los entornos educativos y la opinión de aquellos y aquellas que están al pie del cañón; es el ejemplo más claro de romantización de la educación. Se presupone que cualquiera puede hablar de educación sin conocer la realidad de un centro educativo con toda su casuística y esto está a la orden del día, en un contexto en el que surgen de modo abundante los congresos educativos que se lucran de fomentar esta situación. Palabreo y estrategias de un marketing romántico que apela al lado emocional del modelo educativo, pero que no te habla de la dureza del aula, pues la desconoce y lo que es peor, no vende

Pero es que además, romantizamos en educación cuando nos hacemos eco de situaciones precarias en el sistema educativo desde un punto de vista positivo. No es normal que nos gastemos dinero propio en la adquisición de materiales para poder desarrollar nuestras clases como realmente queremos. Hecho que cada vez es más palpable en muchos países y que no hace más que evidenciar la falta de inversión económica en los procesos educativos, especialmente en los públicos.

Igualmente, el alumnado, no tiene que ser un agente pasivo, apreciado desde un punto de vista totalmente adultocentrista del modelo de enseñanza aprendizaje, como mero receptor de la genialidad de su docente. No tiene que aprender todos los días una lección moral que sea determinante en su día a día y que le lleve a ser un gran ciudadano. Tampoco tiene que pasar las cinco horas que va al centro educativo divirtiéndose, si bien cuanto más tiempo lo haga, esto sería lo ideal. Pero no dejemos de ser realistas, el alumnado no se pasa el 100% de su tiempo en casa divirtiéndose, sino que también dispone de parte de este tiempo para hacer tareas domésticas nada lúdicas, para realizar actividades rutinarias y hasta para aburrirse. Esto debería extrapolarse al contexto educativo, pues no todo lo que haga en la escuela será placentero, y esto también es un aprendizaje. Habrá contenidos más divertidos que otros, más determinantes e incluso, me atrevo a decir, más del momento y no perdurables en el tiempo. Y no pasa nada. Romantizamos el proceso educativo tratando a la infancia como seres vulnerables que no son aptos para entender que en la vida no todo es agradable y que hay tareas que hay que hacer simplemente porque sí, que el acervo cultural que dominen provendrá de cuánto aprovechen su paso por el sistema educativo. No llenemos de fuegos artificiales este paso por la escuela. Ellos y ellas se merecen un universo de aprendizajes, pero el mayor de ellos debería ser el ganar en autonomía sin sesgos ilusorios.

Idealizar un aula mostrando en las redes sociales lo bien que funciona una metodología, es romantizar la educación.

Vender un centro escolar con aspectos pedagógicos que no se dan en la realidad es romantizar la educación.

Tratar al alumnado como si fueran seres incompletos faltos de voz y de participación, es romantizar la educación. 

No tiene nada de idílico el sistema educativo, ni aquí, ni en Finlandia. Así que no caigamos en topicazos o sesgos color de rosa. Educar es un proceso bellísimo, pero también es duro, muy duro, cansado y con pocos recursos, que depende de la autoexplotación de un profesorado que se ha adaptado a lo burócrata y que se exprime vía convencionalismo social, porque con esas vacaciones... 

No caigamos en la romantización de la educación. No es oro todo lo que reluce, pero lo que se muestra es siempre ideal, no vaya a ser... Demandemos más naturalidad y responsabilidad compartida. No tiene nada de romántico lo educativo y cuánto más hablemos de ello, más estaremos haciendo por que se respete nuestra labor como docentes y por que se atienda a la verdad de la realidad en las aulas.


El desierto lo llevo dentro y sé que es un lugar muy romántico para otros, y entiendo por qué, ya que son paisajes muy abiertos que tienen su manera de hacerte sentir pequeño. No eres importante en el desierto.

 

 ✔ Josh Homme.


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