Educación domingo, 10 de febrero de 2019

Reeducar en el juego

El juego es, una actividad innata. Aparece en el ser humano de una manera espontánea para ayudar al niño a comprender el mundo que le rodea. Gracias al juego se desarrollan aspectos tanto motrices como cognitivos en la infancia, y además se gestan toda una serie de aptitudes emocionales, sociales y de relación. Además, el juego es un desencadenador natural de la imaginación, la creatividad y la fantasía necesaria para que la etapa de la infancia dure lo que tiene que durar. En general, el juego es salud, pues con el desarrollo de todos estos aspectos, garantiza un equilibrio físico emocional en los niños. Sin olvidarnos del feedback que nos da. Gracias al juego, disfrutamos y desarrollamos nuestra capacidad para divertirnos y para recrear, para administrar nuestro tiempo de ocio, para entretenernos.

Por tanto, fíjate qué bien está diseñado el ser humano, que viene de serie con una cualidad innata que desarrolla todos estos aspectos determinantes en el desarrollo de la infancia, y ya no tenemos que hacer nada. Este juego innato que se desarrolla en todas las sociedades del mundo, en todas las civilizaciones y que tiene un marcado carácter cíclico, es plenamente universal y lo primero que tenemos que entender para ir al meollo de esta cuestión, es que no necesita de objetos materiales añadidos y tiene un fin, el aprendizaje de lo social.

Cuando eres niño y empiezas a jugar, evidentemente no eres consciente de todo este repertorio de mejoras educativas que están funcionando mientras simplemente, te lo pasas bien. El caso es, que lo venimos advirtiendo muchos, el juego está cambiando, la infancia está cambiando, los ritmos de vida están cambiando, y ya no se juega como antes. Por tanto, estos beneficios se están limitando. Lo queramos ver o no, múltiples factores están incidiendo en que el aspecto lúdico cambie. Nuestra sociedad centrada en lo material y económico y cada día menos en lo social, el aumento del juego tecnológico, el planteamiento de la construcción vertical, el aumento del sedentarismo, la falta de espacios acondicionados para el juego o el fomento de una sociedad adultocentrista e individualista; son algunos de los factores que influyen en la desaparición del juego y que hacen que muchos docentes, padres y madres, nos planteemos una reeducación en el juego.

Mi experiencia reeducando en el juego.


Dentro del proyecto del CEIP Mestre Martínez Alonso donde desempeño mi función docente, O patio que soñaMOS; llevo, junto con varios compañeros, un largo tiempo reeducando en el juego. Con esto, quiero decir, que los niños sí saben jugar. Como decía con anterioridad, lo han aprendido de manera innata y además, el profesorado de Educación Física, así como de otros deportes y actividades extraescolares, ha influido notablemente para que los niños aprendan a jugar. El problema radica en que hay un estilo de juego tradicional y popular, que se está perdiendo; un estilo de vida relajado y con juego al aire libre en grandes áreas recreativas y naturales, que se está perdiendo; y un estilo de juego consumista y tecnológico que va ganando espacio día a día. De este modo, observamos en los patios de recreo, que los niños no saben resolver conflictos como lo hacíamos antes, porque el juego social va en detrimento de un juego más individual no propio de la edad (hasta los cuatro años, aproximadamente).

Ante este panorama, como muchos, nos hemos apuntado a dinamizar los patios de recreo, siguiendo la teoría de Gey Lagar de Patios y parques dinámicos. Esta teoría, tiene unos objetivos claros: promover la inclusión (punto fuerte del programa y elemento innovador) y acrecentar el desarrollo de actividades funcionales frente a las estereotipias propias de algunos trastornos del desarrollo, potenciar la autodeterminación, prevenir el bullying y fomentar la convivencia pacífica, y por último, jugar por jugar. De este modo, los patios de recreo se transforman en entornos más tranquilos, con menos conflictos, más inclusivos y más organizados; donde los niños aprenden a jugar más allá de del contenido curricular o de las actividades extraescolares o deportivas.

Sin embargo, dinamizar un patio, no es cosa fácil y precisa de más organización de la que se presupone. Lo que nos hemos encontrado los que trabajamos en la reeducación del juego es que la infancia de nuestros días necesita de una novedad constante. Cuando les enseñas a jugar a algo nuevo, se muestran alegres, entretenidos, disfrutan en explosión supina, pero este efecto se pasa a los diez minutos. Jugar ya no es lo que era. Aquellas largas tardes de verano jugando a un sólo juego, son impensables en los niños de ahora. Los niños de hoy en día, están acostumbrados a ir y venir deprisa, inmersos en nuestras rutinas aceleradas, pero además, están acostumbrados a tener de todo y a que nada capte su atención porque los sobreestimulamos de manera constante. Te lo comentaba en el inicio del artículo, el juego espontáneo no necesita de juguetes, no necesita de elementos materiales. Sin embargo, nos hemos encontrado que si haces un patio dinámico con un paracaídas, por ejemplo, el primer día todos querrán jugar con él, y al día siguiente vendrán sólo tres o cuatro. Ya no es novedad, ya no les atrae, ellos van a un ritmo frenético. Y además, el objeto pierde valor. Cuando comenzamos a trabajar con cuerdas y gomas elásticas en las aulas, enseñando repertorio de juegos y canciones asociadas, estos objetos, las gomas, las cuerdas, tenían un valor. Eran un estímulo agradable y saliente para ellos. Sin embargo, con el paso del tiempo, hay una habituación al uso de estos objetos de juego, y como estos no cambian (cosa que sí pasa en las casas, que les compramos de todo, vamos); acaban empleándolos de un modo inapropiado, por ejemplo peleándose con ellos. De repente, ya no cantan la canción, ya no saltan, la cuerda se ha convertido en un látigo y vuelve el conflicto.

Reeducar en el juego, digo, sí; porque hay que reeducar aspectos atencionales. Lo que dura más de diez minutos para un niño en la actualidad es una actividad de alta demanda atencional. Jugar a un juego de reglas, como el balón prisionero o el pañuelito, son empresas más complejas de lo que pudiera parecer desde nuestra perspectiva adulta con vivencias totalmente opuestas. Para ellos, este tipo de juego requiere de mucho esfuerzo. Primero, entender las normas, luego aceptar que hay más como tú jugando, que hay que rifar los turnos, que hay que ponerse de acuerdo, pactar, hablar y socializar con el compañero, formar equipos, alianzas, estar atento, concentrado, pendiente de tu turno... ¿Y qué nos venimos encontrando? Pues que nuestros niños no están cómodos en esta situación, no llevan bien lo de perder, pero llevan peor que el otro gane, no llevan bien lo de estar concentrados en el juego, porque los procesos atencionales también está cambiando. Si ven en la televisión dibujos que van a la velocidad del rayo, si emplean la tecnología para actividades que restan capacidad de observación, de experimentación, ¿cómo van a estar atentos y concentrados más de diez minutos en un juego de reglas?

Y lo social, un mundo aparte. Atendemos a una generación alúdica, que no juega por no enfrentarse a lo que el juego es en esencia, un canalizador de las relaciones.

El juguete, restando espacio.


Y por otro lado está el juguete que viene restando espacio al juego, en una sociedad que se centra en lo económico. Verás, una casa llena de juguetes pedagógicos, no es una casa en la que se juegue mejor. Detrás del mundo del juguete hay un negocio, no nos olvidemos, y hay personas que ganan dinero mientras acumulamos elementos innecesarios para que se dé un juego de calidad. Nuestra sociedad actual, concebida para lo económico, saca partido de crear nuevas necesidades de ocio, cuando los niños lo único que necesitan para jugar, son otros niños.

La reeducación en el juego es tarea compleja. Si a un niño le ofreces una tablet o una cuerda, de más está decir que en un porcentaje elevadísimo preferirá la tablet, pero esto no es culpa de los niños, es nuestra culpa. Nos hemos dejado llevar y hemos introducido la tecnología en nuestras aulas y en nuestros hogares sin hacer una evaluación de lo que puedan afectar a los procesos atencionales de los niños. Yo, insisto, no soy enemiga de lo tecnológico, todo lo contrario; pero entiendo que a algo que puedes jugar por ti mismo, no tiene sentido que se lo ofrezcas a un niño en un vídeo de Youtube, por poner un ejemplo. Estamos llegando a extremos muy lamentables, y hay que tomar consciencia y responsabilidad.

Se puede jugar con objetos cotidianos, por ejemplo, con un pañuelo se puede jugar al pañuelo mismo y a todas sus versiones, a la gallinita ciega, a juegos de atar y desatar, a la pita, hacer carreras de relevos, trucos de magia, etc. Y sobra decir lo económico que te sale.

Reeducar, que no acabar con el juego libre.


Por último, recordar que reeducar en el juego, no es acabar con el juego libre de los niños. Pero es que este también está cambiando. Ahora mismo, si pones a jugar a un grupo de niños de diferentes edades de modo libre, sin la supervisión o la guía de un adulto, muy probablemente te encontrarás con que no son capaces de organizarse. Esto sucede porque no lo hacen habitualmente. Nadie les ha enseñado estrategias para explicar un juego ante los otros, para arbitrar, para coordinarse, cooperar; y lo más probable es que acaben jugando a esa modalidad de la pita que acaba con todos ellos en el suelo a pelea limpia. Bueno, no todos, algunos ni siquiera participarían, bien porque este tipo de "juegos" no son de su interés, bien porque no están incluidos en el grupo. Para que los niños jueguen libremente también hay que educar, enseñar, dar opciones. 

Trabajando el juego con los niños me he dado cuenta de lo que les gustan los juegos multitudinarios donde están niños de todas las edades. Disfrutan cuidando y ayudando a los pequeños, aquellos que no lo son tanto; disfrutan estando entre los mayores, aquello más pequeños; disfrutan cooperando para ganar, o simplemente para ser mejor equipo. Trabajar el juego con los niños no es tarea fácil, me reitero, pero te da muchas satisfacciones, porque el primer cambio que notas es que cuando juegan sin la supervisión del adulto, repiten el modelo de juego aprendido porque les encanta. Es decir, aplican este aprendizaje a su vida cotidiana. Un colegio que enseña a jugar, es un colegio donde los niños juegan, aprenden a resolver conflictos desde la cooperación, están más unidos y los ruidos cambian. Ya no se escucha ese griterío ensordecedor que durante años ha sido típico de los colegios de nuestros días. Se escucha gritar igualmente, eso sí, de manera muy distinta. Se escuchan los gritos de las canciones, del "tú quedas", de las rimas, de las rifas, del "ganamos" (que no del "gané").

En definitiva, para tener un juego libre de calidad, habrá que reeducar en un estilo de juego que los niños han venido perdiendo con el transcurso de los años. Y habrá que canalizar la energía desaforada con la que bajan de las clases, pero este tema para otro día.

Si quieres profundizar en el juego y su reeducación, te dejo otros artículos relacionados con lo lúdico en la infancia:



Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan.

✓Jean Piaget




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