El adultocentrismo es una relación asimétrica de poder, es decir, la preponderancia del modelo social adulto frente al prototipo social de la infancia. Se normaliza que la masa social tipificada como mayoritaria y por tanto normal, sea la del varón, caucásico, heterosexual y en la mediana edad. Fuera de esta normalidad, el resto de estratos sociales están guiados en su presencia colectivo ciudadana, desde el prejuicio.
El problema es que no nos cuesta tanto identificar una situación xenófoba, homófoba o machista; pero cuando hablamos de los prejuicios que se perpetran contra la infancia no nos resulta tan claro ver nuestra incompetencia.
En los últimos años, se ha venido llamando "niñofobia" a esta situación en la que se vulneran los derechos de la infancia, pero a menudo es entendida como una idea a lo hippie, de tres o cuatro madres exaltadas que nos volvemos inútiles y ciegas ante el amor que profesamos por nuestros hijos. Se nos infantiliza, se nos menosprecia y se nos tacha a menudo de personas poco cuerdas incluso, sin conocer que la teoría del adultocentrismo viene de lejos y habla de comportamientos protectores en exceso con niños, adolescentes y mayores.
Nuestra sociedad es plenamente adultocéntrica, ya te adelanto, y aunque no se reconoce el término por la RAE, se realizan actos discriminatorios contra la infancia más allá de los conocidos lugares de restauración que prohíben su entrada a los niños. Desde Atención Selectiva, queremos reflexionar hoy sobre 12 situaciones adultocéntricas en las que se vulneran sus derechos y te proponemos que las leas libre de ideologías y prejuicios, porque cualquiera de nosotros y nosotras se puede ver reflejada o reflejado al menos, en alguna de ellas.
Mostramos todo nuestro adultocentrismo...
1. En el mundo educativo.
En el ámbito de la educación, el adultocentrismo se manifiesta en numerosas situaciones en las que cuáles si no las repensamos, pueden suponer un elemento más del día a día, ganando cotidianidad y perpetuando el prejuicio social hacia los más pequeños. Cuando se espera que los niños y niñas se ajusten a las expectativas y necesidades de los adultos, sin tener en cuenta las suyas propias y, lo que es peor, sus formas de aprendizaje. Cuando se espera que se sienten quietos en el aula y escuchen atentamente a los y las docentes, sin considerar sus capacidades atencionales y de concentración, ahí estamos siendo adultocentristas con ellos.
Pero también cuando anulamos sus respuestas por considerar únicamente correctas aquellas que entran en nuestro compendio de respuestas válidas, e inutilizados su opción a expresarse con libertad.
Igualmente cuando desacreditamos o minimizamos sus sentimientos y emociones, ignorando nuevamente sus sus necesidades emocionales y psicológicas.
2. Cuando presuponemos que por ser niños y niñas tienen menos conocimientos que nosotros.
Del mismo modo, en muchas ocasiones presuponemos que los adultos sabemos más, que somos más sabios que los niños y las niñas, lo que hace que ignoremos claramente o incluso minimicemos sus opiniones y puntos de vista. Descartamos sus aportaciones en discusiones familiares o decisiones importantes del día a día, por considerarlos demasiado jóvenes para entender de ciertos temas, y de igual modo sucede en los centros escolares. Este modo de actuar esconde un adultocentrismo que puede que pase inadvertido para el adulto, pero te aseguro que no, para el niño.
3. Cuando los sobreprotegemos.
En la crianza, el adultocentrismo se evidencia en la sobreprotección y el control excesivo que muchos padres y madres ejercemos sobre los hijos, limitando así su libertad y autonomía. Como decía María Montessori: "Ayúdame a hacerlo por mí mismo".
Otra visión de la sobreprotección, la evidenciamos en el control. Muchos padres se niegan a permitir que sus hijos participen en actividades extracurriculares porque prefieren que se centren en los estudios, sin considerar que existen numerosas disciplinas o hobbies que pueden ser una fuente de aprendizaje valiosa para los niños, desarrollando sus talentos y motivaciones. Y esto solamente sería un ejemplo. Cuando elegimos sus amistades, cuando decidimos en qué emplean su tiempo libre, cuando hacemos todas esas elecciones sin su opinión, controlando hasta el últimos de sus pasos, estamos educando de una manera adultocentrista.
4. En el deporte.
Adultocentrismo muy presente cuando los entrenadores y entrenadoras tratan a los niños como si fueran adultos y no tienen en cuenta su edad y nivel de desarrollo, cuando se berrea en los campos de fútbol con insultos hacia el árbitro o hacia el equipo contrario.
5. En la publicidad y el marketing.
Cuando los anuncios de productos infantiles se dirigen más a los padres más que a los propios niños, ignorando sus intereses y gustos; cuando intentan que entren a toda costa en un período de edad que no es el suyo, vendiéndoles que lo que "mola" es el rollo pre y adolescente con sus cosas de mayores; cuando ponen lo económico por delante de sus derechos y les venden ropa, música y libros que no son para su edad. Aquí hay prejuicio y maltrato, lo veamos por donde lo veamos.
6. En la televisión y el cine.
Una vez más, las historias y personajes infantiles son creados pensando en agradar a los adultos, no a los niños. Ellos y ellas no pagan. Estamos ante comportamientos adultocentristas vía cultura, cuando te ponen el chiste con contenido erótico en medio de lo que ellos comprenden; cuando intentan saltarse las recomendaciones por edades minimizando algunos contenidos, pero perpetuando estilos violentos, por ejemplo; cuando permiten que determinados programas basados en la prensa del corazón campen a sus anchas en el horario infantil;...
7. En los hospitales.
Cuando los médicos, doctoras y enfermeros no escuchan las necesidades o temores de los niños y sólo se comunican con los adultos, esto es adultocentrismo. Cuando ven el sufrimiento o el miedo de la infancia y perpetúan frases como: hay que portarse bien, ya eres un niño mayor, los niños de tu edad no lloran y un largo etcétera.
8. En la religión.
Cuando se obliga a los niños a seguir una práctica religiosa sin tener en cuenta su propia decisión y creencias. Pero también cuando no se respeta la diversidad cultural y étnica de niños y las niñas y se les obliga a adaptarse a la pauta común.
9. En la tecnología.
Redes sociales y juegos diseñados para agradar una vez más al adulto, pero con un enfoque adictivo para los menores, ignorando su seguridad y privacidad.
10. En la política.
Cuando las decisiones que afectan a los niños se toman sin su participación y sin tener en cuenta su perspectiva y necesidades.
En numerosas ocasiones los niños son forzados a seguir reglas y normas, leyes que no han sido creadas con ellos en mente y que no tienen en cuenta sus necesidades y deseos. Ciudades, parques públicos, colegios, patios escolares, lugares de ocio, polideportivos. Muchos de estos lugares se crean sin pensar en la infancia y esto es adultocentrista. Los niños no votan, por tanto para las entidades políticas no son ciudadanos, o bien, no son ciudadanos de primera.
11. En el juego.
Y muy relacionado con esto, cuando los adultos no reconocemos la importancia y la necesidad de juego en la infancia, también somos adultocentristas. Cuando se dejan de crear áreas de juego y exploración para el desarrollo infantojuvenil, limitando los espacios de recreación , propios de la infancia.
12. En el maltrato.
Y por último y más importante, cuando los adultos ignoramos los derechos de los niños y las niñas en situaciones de conflicto o violencia, cosiderándolos meros espectadores o víctima, en lugar de empoderarlos y protegerlos. O lo que es peor, viendo con normalidad ese cachete a tiempo, ese supuesto merecido a una conducta que no es más que propia del niño, pero es castigada y vista como el estándar de una paternidad responsable para con la sociedad.
Los niños son personas.
✔ Mónica de la Fuente.
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