Que vivimos tiempos complejos es algo innegable. La adaptación progresiva pero abrupta al nuevo marco legal educativo, contrasta con los ramalazos que nos quedan de la pandemia, con el desmorone de un sistema educativo que no estaba preparado para la no presencialidad y una brecha que más que digital, era de clase. Los testigos que nos han quedado de una etapa casi olvidada, pero que ha cambiado la educación y el sistema educativo para siempre.
Este curso escolar, me encuentro en una paradoja muy curiosa. He trabajado ya 18 años en la educación pública y me quedan otros 16 (año arriba, año abajo, para mantener el suspense) hasta la prejubilación, momento en el cual me seguiré dedicando a lo educativo, pero de otra forma, en un principio. Y por tanto, hago cuentas de que estoy un poco más allá del ecuador de mi carrera como docente institucional. Un momento muy claro y muy consciente en el que hago repaso y me doy cuenta de errores pasados para aprovechar lo que me queda con toda la intención de mejora.
En estos últimos años, he hecho balance del prototipo de alumnado que más ayuda necesita en el aula, el que suele suspender, el que irremediablemente y a pesar de muchos de mis esfuerzos y horas sin dormir no supera la materia. No sé tú, pero para mí, esto es un fracaso difícil de sobrellevar. Han sido pocos, pero los ha habido, y por suerte cada vez son menos, en mi caso. Pero todos sabemos que hay un perfil de alumnado que repite, que no pasa de curso, que suspende o que no aprueba, en general. Y este alumnado, suele ser el más desfavorecido por situación personal, historia familiar o procedencia. Que no era brecha una digital, vamos, que era una brecha capital. Y de esto quiero hablar hoy, porque creo que nadie pone remedio para que cambie mañana...
Efecto cuna.
En la actualidad hay evidencia científico estadística que correlaciona un ambiente familiar con un alto nivel cultural y capital, con el rendimiento escolar de los hijos y las hijas. De hecho, estudios PISA en diferentes países de índole latinoamericana arrojan datos específicos extrapolables a muchos otros sistemas educativos públicos precarios, con baja inversión y con falta de recursos.
El término "Efecto cuna" surge en Argentina durante la pandemia para reivindicar datos relativos al fracaso escolar por motivo de clase social y procedencia, que evidenciamos también en nuestro país y en tantos otros. Algo que en realidad todos sabemos que va más allá de la posibilidad de tener Internet, de la posibilidad de tener actividades extraescolares que complementen el currículo oficial. Algo que va más allá de cualquier oportunidad y que es un compendio de situaciones que separa, disgrega y marca una distancia evidenciada a la larga por el éxito y el acceso a etapas educativas superiores.
De hecho, José J. Bruner (2010) establece las siguientes variables que definen este fenómeno:
- Estatus social.
- Nivel de educación.
- Escolarización de los padres.
- Estructura familiar.
- Condiciones de salud del hogar.
- Bienes materiales y didácticos.
- Clima social y afectivo del hogar.
- Prácticas de socialización temprana.
- Calidad de interacción con pares y capital social de la familia.
- Acceso a educación preescolar de calidad.
- Elección de la escuela y preocupación, acompañamiento.
- Asistencia de los padres con relación a las actividades escolares del niño (o la niña, añado).
Vuelvo a repetir que esto que es más que evidente, que todo y toda docente conoce, supone una pieza clave en el éxito escolar; pero no es hasta hace aproximadamente unos tres años que empecé a escuchar hablar, que empecé e leer el término necesidades educativas personales. Que resulta que el fenómeno inclusivo en educación no se quedaba en la defensa y respeto por los derechos de las personas con distintas capacidades (que ya bastante es...), al alumnado extranjero, de tardía incorporación al sistema educativo, etc. No. Que incluir también es hacer que ese alumno, esa alumna que tiene una dificultad propia del hogar, una historia personal desfavorecida, un contexto social que no le deja avanzar; pueda acceder a la educación como acceden los y las demás.
El efecto cuna hace más que evidente que un hogar con cultura, con acceso a libros, a música de calidad, a oportunidades de crecimiento tanto personal como cultural y de ocio, es la clave para el éxito escolar. Pero... ¿Qué pasa con el que no tiene todo esto? ¿Qué pasa con la que además de esta falta, tiene una falta de amor, de respaldo, de apego? Pues como te habrás imaginado, este tipo de alumnado pasa a engrosar las filas de los suspensos, las repeticiones, el irse quedando cada vez más atrás... Y es que no compensa en este país, tanto como en otros, una ciudadanía culta en todos sus estratos; y esta situación suele coincidir más drásticamente en países machacados con crisis económicas o situaciones de empobrecimiento. Se ve que es necesario que en este tipo de países, donde evidentemente nos encontramos, algunos no piensen, no se culturicen y no accedan a lo que a otros se les da por derecho al nacer. Que sí, que en pleno S. XXI, tu éxito depende de donde nazcas, todavía. E incluso me atrevo a decir, si has nacido en un estrato social desfavorecido y has alcanzado el éxito, te ha costado el triple, igual que a mí.
Acabar con el efecto cuna.
Pero más allá de lo que pueda parecer, es sencillo seguir una serie de premisas para tratar de limar estas diferencias sociales desde lo educativo precisamente. Algunas de las medidas, que mi humilde opinión podrían ayudar a minimizar este riesgo de exclusión, serían las siguientes:
- Promover que las familias formen parte de la educación de sus hijos. Esto podemos hacerlo a través de diferentes acciones, como por ejemplo la creación de escuelas de familias que formen en aspectos fundamentales de la crianza de los hijos y las hijas, y brinden apoyo y redes de iguales. Pero también proponiendo escuelas abiertas, donde las familias sean partícipes, eliminando barreras entre profesorado y padres, madres, tutores, etc.
- Eliminación de los deberes. Una vez sabemos que los deberes o actividades para casa, dependen muchas veces de la ayuda o medios de los que el alumnado dispone, ya debemos entender a estas alturas que son discriminatorios. En el momento en el que pido al alumnado que trabaje en casa, y tenga una duda, debo tener claro que no siempre tendrá a alguien detrás para brindar ayuda.
- Apoyo a alumnado que está solo en casa. Además de lo discriminatorio (aunque todavía legal) que supone poner deberes, está la situación de esa infancia que pasa las tardes sin compañía en casa, y no solamente por abandono, sino que en muchos casos lo está porque en España es más importante el trabajo que la conciliación, que la sociedad, que la ciudadanía. Aprovecho para hacer un paréntesis y recordarte la mini temporada sobre conciliación en la que he colaborado con Mónica Lemos en su podcast Emprender Libremente.
- Personalización en los aprendizajes. Es fundamental para reducir desigualdades, personalizar en los aprendizajes tanto por arriba como por abajo. El ya clásico "piso bajo, techo alto" que promueva el talento de cada uno, de cada una, y que dé a todos y a todas un lugar, un momento de protagonismo, y por supuesto el éxito escolar.
Responsables y responsabilidad.
Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.
Fuentes consultadas:
- https://www.elancasti.com.ar/opinion/2019/12/5/el-efecto-cuna-420755.html
- http://planificaciondocentecftucv.weebly.com/uploads/1/8/7/6/18769226/silvia_pulgar.pdf
- https://www.infobae.com/educacion/2022/05/05/efecto-cuna-como-son-los-16-de-cada-100-alumnos-que-terminan-la-escuela-en-tiempo-y-forma/
- https://www.nytimes.com/2020/03/17/technology/china-schools-coronavirus.html
- https://cms.argentinosporlaeducacion.org/media/reports/ArgxEdu_Conectividad_Coronavirus_.pdf
- https://jfcalderero.wordpress.com/2018/07/04/necesidades-educativas-personales-n-e-p/
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