Hoy da comienzo un nuevo curso escolar para el profesorado español, y aunque muchos ya se han ido incorporando, trabajando en protocolos de actuación y organizando el que será sin duda un curso inolvidable; el gran grueso del gremio docente se incorpora mañana al trabajo entre la excitación y el nerviosismo. Nada nuevo en el horizonte. Está claro que es una de las "vueltas al cole" más polémicas, esperadas, imprecisas, nombradas, temidas,...; pero hay algo que convierte a esta vuelta en un hito definitivo de lo educacional y me gustaría trasladar está reflexión que espero sea la de muchos y muchas.
La semana pasada me citaron por ser docente, para la realización de un test rápido, es decir, una prueba de laboratorio para el diagnóstico indirecto de la enfermedad del Coronavirus COVID-2019. Esta es una de las medidas que la Xunta de Galicia ha tomado para una vuelta a los colegios, que se está caracterizando por la sensación, una vez más, de incertidumbre y de inseguridad. Familias y docentes parecen coincidir en la falta de consenso y de planificación en un momento trascendental que podría suponer un punto de inflexión en la lucha contra el Coronavirus.
No había pasado ni un minuto desde que recibí la notificación en el teléfono y los grupos de WhatsApp de mi centro escolar ya estaban llenos de mensajes. Nos habían citado a todos en la misma franja horaria y pronto nos sumamos a las bromas y los "nos vemos" de la alegría de contactar con los colegas, y esa sensación de sabernos pronto juntos después de... Después de todo esto. Dos días después llegaba la fecha esperada y allí estábamos, en el hospital de referencia (en nuestro caso, el Hospital del Meixoeiro, en Vigo) esperando en una fila donde los dos metros de seguridad (esos que no vamos a tener en las aulas) nos separaban rigurosamente en una situación que a mí me parecía surrealista. Nos saludábamos pero sin contacto, con la alegría en los ojos emocionados y las muecas tapadas con las mascarillas que marca todo protocolo. Risas contenidas y alguna voz que mandaba bajar el tono, aderezaban ese volver a verte con personas con las que compartes tanto.
A medida que nos iban llamando, íbamos pasando a los diferentes boxes y nos hacían la prueba. Consiste en un pequeño pinchazo en un dedo para tomar una muestra de sangre que la sanitario (en mi caso) coloca en una base (seguramente habrás visto muchas fotos) para comprobar los anticuerpos que genera nuestro organismo. Pero no voy a profundizar en detalles técnicos, porque no es esto lo que quiero contarte. Una vez te hacen la prueba, saben el resultado en unos diez minutos, y en nuestro caso, nos iban llamando y nos lo comunicaban con discreción a cada una por separado. Sin embargo, cada vez que una de mis compañeras salía de la sala en donde te daban el veredicto, una vez sabíamos que todo estaba bien, aplaudimos, reímos, bromeamos y los casos negativos en COVID empezaron a abrazarse y a besarse, algo que hasta la fecha tenían reservado solamente para aquellos con los que conviven, el círculo más cercano. Pronto se hicieron dos grupos, el de las "negativo" y las que estábamos a la espera. No sin nervios, entré en la sala en su momento y me comunicaron algo que en cierto modo ya sabía, pues me he cuidado mucho este verano. Y salí corriendo a abrazar a mis compañeras. Ni siquiera recuerdo a quién abracé primero, todo fue muy confuso y viví ese momento encantada de poder compartirlo así, en un tono familiar.
Sin embargo, cuando solamente quedaba una de nosotras en la fila por saber el resultado, una de las sanitarias salió y nos dijo tajantemente que no nos abrazáramos. Inmediatamente pensé que la prueba no era fiable, pues había leído al respecto acerca de su eficacia en relación a las PCR nasofaríngeas, pero su explicación al requerirnos que no nos besásemos o abrazásemos fue sorprendente.
Se llamaba María Dolores, lo leí en su placa, porque me pareció una profesional inundada de sabiduría y porque se dirigió a nosotras de un modo admirable. Tenía el pelo corto, estilo media melena, una voz apacible pero segura y unos ojos llenos de mar. Era expresiva con la mirada y con los gestos de sus manos, con sus muecas y su tono podría captar la atención de las masas, pero no será necesario porque sus palabras llegarán lejos y yo me siento en deuda con ella, motivo por el cual no me he podido resistir a compartirlas. María Dolores nos dijo que no debíamos abrazarnos ni besarnos para tomar costumbre y no hacerlo delante de los niños. Pensarás, ¡qué horror!, una vuelta a las aulas sin afectos. También lo pensé yo, hasta que la escuché. María Dolores nos dijo que los docentes éramos una figura muy importante en la sociedad pues somos el ejemplo en el que se contemplan los niños y las niñas. Alabó nuestra profesión hasta un punto que casi se me saltan las lágrimas. Recientemente, en un momento tan caracterizado por las críticas al profesorado como lo ha sido en final del pasado curso académico, escuchar esto es catárquico. Continuó entonces apuntando cómo hasta los sanitarios aparecen en medios de comunicación teniendo fallos en relación a los protocolos para evitar los contagios, tocando sus mascarillas, recolocándoselas o bajándoselas, tocándose la cara o rascándose, etc. Aludió a nuestra labor divulgativa y didáctica, a nuestro compromiso con la transmisión de saberes relacionados con las medidas de protección, pero también de resiliencia y de aplomo para que ellos vean en nosotros que se puede luchar con esta lacra.
Entre bromas y risas, escuchando a María Dolores, me fui cada vez más sumergiendo en la reflexión acerca de la responsabilidad que este año tengo en las aulas. Este año, más que nunca, seremos el ejemplo de la infancia. Como bien decía esta profesional sanitaria, lo que dicen los maestros y maestras es sagrado para los niños y no podemos dejar de pasar esta ocasión para recordar que nosotros, docentes, somos el ejemplo, ahora y siempre.
Volveremos y como cada curso y lo haremos en unas condiciones precarias, con unas ratios infladas, con falta de recursos, de inversión; y a mayores, este año, con falta de seguridad en las aulas. Pero que no quepa la menor duda, que como siempre, los docentes lo lograremos. Lograremos sacar adelante a nuestros niños, nosotros seremos el faro en la noche de tormenta, para ellos y sus familias. Seremos el ejemplo, seremos los que saquemos adelante el valor más importante y que mejor define a una sociedad civilizada, la educación. La clase política lo sabe, saldremos adelante porque una vez más nos dejaremos la piel enseñando, ayudando y aportando la seguridad que ellos no fueron capaces de garantizar, que ellos ni siquiera se han molestado en proveer o en trabajar para conseguir. Seremos el ejemplo, y una vez más lo lograremos, porque es tanto lo que se nos menosprecia, es tanto el poco respeto que se nos muestra, que ya nos es indiferente.
Hay cosas más importantes en las que pensar en esta jornada de hoy, amigo docente. Tú y yo tenemos una cita, porque como bien ha dicho María Dolores, tenemos que trabajar en ese espejo, porque seremos la pauta, la norma a seguir, porque seremos la lección, porque nuestro trabajo importa. Que no te desanime en esta vuelta la incertidumbre y el desamparo, pues tú no te apuntaste a esto para que otros te cuiden, tú eres simplemente, el que preserva los valores de nuestra sociedad.
Así que aquí te dejo esta reflexión que no es mía, pero debiera ser la de todo el gremio, y te deseo un buen inicio de curso. Cuidate, cuidalos y ten presente siempre que a pesar de todo, tu trabajo será decisivo y fundamental en este momento y sin que esto suponga una preocupación más a mayores, recuerda que tú eres, ahora y siempre, el ejemplo.
Gracias a María Dolores por esta lección impagable y a mis compañeras una disculpa por recrear con letras este momento íntimo, espero que acompañe a muchos docentes en la mañana de hoy.
El camino de la doctrina es largo; breve y eficaz, el del ejemplo.
✓Séneca.
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