Educación domingo, 21 de enero de 2018

Síndrome de Procusto en educación



El repelente, el  sabelotodo, la listilla, el enterado, la popular.

Despreciamos, juzgamos y vemos con las gafas de la negatividad a los grandes talentos. Supongo que de manera adaptativa, pues aquellos sujetos que destacaban por su fortaleza, por su inteligencia, por sus dotes que los hacían singulares en relación a la media; suponían una amenaza (a modo de competencia) para la procreación y por tanto, para la perpetuación de la especie.

Como sociedad, detestamos al que sobresale. No todos, está claro, y tampoco visiblemente; pero lo cierto es que la envidia hacia aquel que destaca, es más que palpable. Durante nuestra infancia, el concepto de envidia es cotidiano. Desde muy pequeños (primer año de vida), los niños desarrollan este sentimiento consistente en el padecimiento y dolor por no poseer lo que tienen los demás, por ver felicidad en el rostro de los otros. La envidia puede llevarnos a vivenciar otras emociones o sentimientos vinculados, como la ira o la tristeza e incluso estados emocionales, como la depresión. Pero, no hay envidia si no hay comparación, si no nos miramos en el espejo de los demás.

Castigar al otro por su brillantez suele ser un referente habitual en la infancia, donde los casos de menosprecio o incluso bullying pueden llegar a darse sólo por este hecho concreto, sólo por resultar un pico que sobresale de la media. Pero lo cierto es que lejos de ir disminuyendo con los años, este tipo de conductas se aseveran en muchas ocasiones, dando lugar a adultos con baja autoestima que necesitan de la infelicidad de de los demás para salir adelante; o también, a narcisistas ególatras que son incapaces de ver el talento en otro lugar que no sea su propio reflejo.

Como microsociedad, el ámbito educativo nos muestra grandes ejemplos de cómo las envidias pueden remover estómagos, por este motivo hacemos hoy alusión a un concepto muy en boga en el análisis psicosocial actual. En Atención Selectiva ponemos a análisis, el Síndrome de Procusto.


Síndrome de Procusto, de la mitología al concepto del S. XXI.


Seguramente habrás escuchado la expesión "hacer la cama", en el sentido figurado de engañar a los demás mediante alabanzas o halagos para sacar provecho. "Hacemos la cama" a aquellos que queremos cerca o de los que podemos beneficiarnos, mediante la caricia de las palabras.

Y es que hoy la cosa va de camas, aunque en principio, no lo parezca.

Procusto, es un ser mitológico nacido del Dios Poseidón, al que podemos conocer como el "Lorenzo Lamas" en la antigua Grecia. En su trabajo como posadero, cuenta la leyenda, invitaba y se mostraba muy afable con todo cuanto viajero llegaba a su fonda y a todos ellos ofrecía su lecho. Vamos, que les hacía la cama, en lo literal y en lo metafórico. Pero cuando los huéspedes de su posada estaban bien cómodos en la cama de Procusto, éste los ataba de pies y manos para ajustarlos al tamaño de su cama. Si las extremidaddes de los huéspedes eran más cortas que la cama, a martillazo limpio se las estiraba hasta conseguir que tuvieran el tamaño de su lecho; y si sus piernas y brazos sobresalían de la cama, simplemente se los cortaba. Sea como fuere, el lecho de Procusto marcaba la medida a cortar y este se mostraría totalmente intransigente con otra realidad.

En la actualidad, Procusto y su lecho se han empleado en numerosos contextos y expresiones, formando parte de la tradición popular e incluso científica. De hecho, en el mundo de la psicología, se emplea la expresión "lecho de Procusto" para definir una mala práxis en la que se alteran los datos para hacerlos coincidir con una hipótesis; o por el contrario, cuando se agrandan para ratificar, sin validez, una teoría. Pero es, sin lugar a dudas, el Síndrome de Procusto, aquel que más se está empleando en diversas facetas del conocimiento del ser humano en los últimos tiempos. Desde el arte hasta la educación, pasando por por la psicología y el coaching, con el Síndrome de Procusto se nos muestra la necesidad por parte de quienes lo padecen de menospreciar y sabotear los logros de los demás, de cortarles no sólamente las manos o la piernas, sino las alas.

Quien padece este síndrome es incapaz de reconocer otras realidades que no sean la suya propia y por tanto las ideas que no comulguen con su forma de pensar serán interpretadas como erróneas o incluso como amenazas. De hecho, quienes están aquejados del mal de Procusto, tienden a ver como un enemigo a todo aquel que destaque, pues dentro de su visión cegada por una baja autoestima, piensan que les son competencia aquellos que en un mismo contexto simplemente brillan por su capacidad.

En el ámbito educativo, tenemos múltiples ejemplos de este síndrome que se da mucho tanto entre niños como entre adultos. Me gustaría pensar que no tanto entre adultos y niños, aunque si recuerdas este vídeo..., lamentablemente de todo puede haber.




En los casos entre adultos, en el ámbito laboral relacionado con lo educativo se da entre profesionales que no se coordinan con el resto o que no desean trabajar en equipo. El Síndrome de Procusto facilita el concepto de amenaza en el compañero que destaca. De este modo, aquellos docentes innovadores, generalmente en un rango de edad joven, son percibidos como amenazas a las zonas de confort, aunque también como agentes destronadores. Cuando un docente aquejado de este síndrome observa a su alrededor competencia, aludirá al "aquí siempre se hizo así" o al "eso ya lo hacía yo hace veinte años, solo que no empleábamos neologismos para llamarlo". Las actitudes de constante mofa por lo diferente, de menosprecio o de negación de las nuevas ideas, son su carta de presentación y su batalla diaria. Jamás querrán que una actividad o proyecto lo lleve a cabo alguien que destaque, pues temen que con el éxito de los demás se visibilice su incompetencia (siempre según su visión). Son personas que siempre están criticando el trabajo de los demás, no suelen tener empatía y coartan la creatividad de quienes no siguen su línea de acción.

Hasta aquí nada nuevo o que no resulte familiar o extrapolable a cualquier otra profesión. Pero en el caso de los niños, todo se complica. 

Síndrome de Procusto e infancia.


En el caso de los niños y adolescentes, este tipo de visión sesgada es mucho más dañina, pues hablamos de edades en las cuales el sentimiento de pertenencia al grupo está muy marcado. Los niños que sobresalen por su capacidad intelectual son generalmente encasillados como "chapones" gracias a este síndrome, aguando su capacidad de logro por aquellos que no pueden alcanzar este ideal. Es el caso de muchos niños con Altas Capacidades, que lejos de encontrar un camino fácil en su carrera educativa, suelen encontrarse con la incomprensión y el menosprecio de aquellos otros que se ven en inferioridad. Pero este tipo de circunstancias se ven implícitas en cualquier tipo de habilidades o talentos y no exclusivamente en los intelectuales. Como decíamos más arriba, el listillo, la sábelotodo, la que juega bien al fútbol, el que es un buen instrumentista, la escribe o el que es popular, pueden llegar a ser el blanco de menosprecios vía Procusto, especialmente si pensamos en el contexto de la edad.

Como también advertíamos al principio del artículo, la envidia, fuente de energía de la que se nutre este síndrome, es un sentimiento habitual en niños pequeños. Pero es que además, a cortas edades, menor manejo de la frustración y menor conciencia y regulación emocional tenemos. Por este motivo, son comunes las situaciones de amenaza a la capacidad de logro que hacen de aquellos que destacan, niños y niñas vulnerables que prefieren dar el paso hacia el camaleón antes que a la cebra. Es por este motivo que tantos y tantos talentos se pierden en la niñez, pues por el deseo de pertenencia al grupo social, muchos niños escogen disimular su capacidad o menospreciar sus propios logros ante los demás (Síndrome de Solomon, del que hablaremos próximamente). Y lo más triste de esto, es que lo hacen sólo para ser aceptados.

Lo que debemos mostrar a nuestra infancia para no ser vulnerables a este síndrome, ya sea en primera o en tercera persona, es la belleza de aceptar los logros ajenos. Sólo cuando somos capaces de alegrarnos por los éxitos de los demás es que cortamos las propias extremidades de Procusto, al igual que en su día hizo Teseo, quien engañó al posadero invitándolo a probar su propio lecho. El camino que marca Teseo es fácil de mostrar. Ante un niño que destaca, mostrarle siempre su valor dándole alas para conquistar el mundo y ante un pequeño Procusto, cortar su engaño, su sesgo, dando igualmente valor a sus capacidades y enseñándole a valorar positivamente las de los demás.

Ignoro por completo el motivo que llevaba a Procusto a cortar o alargar mediante la tortura las extremidades de los demás. Por más que lo he buscado, no he podido encontrar argumento. Del mismo modo, no es comprensible que un niño busque cortar esa metafórica cabeza del que sobresale (si no es por esa suposición evolutiva de la que te hablaba al comienzo). Cabe pensar que será un sinsentido, a menos que lo vean con anterioridad y con cotidianidad en los adultos. Quizás, si no criticáramos tanto al que triunfa y lo mostráramos a nuestra infancia como alguien destacable, podríamos hacer mucho más.

"Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo. Ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño, tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo ve por ello y punto. "

✔ De "En busca de la felicidad".

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