Educación lunes, 12 de junio de 2017

Iniciar el pensamiento filosófico en los niños.

En numerosas ocasiones, me vuelvo a casa del trabajo y no puedo evitar seguir cavilando acerca de diferentes aspectos de la realidad educativa en la que me desenvuelvo. No es algo exclusivo, desde luego; es más, yo diría que ya forma parte de la deformación profesional típica del profesorado. Si ves a un maestro callado en la punta de una habitación con la mirada perdida, existen muchas probabilidades de que esté pensando en su clase. Y si lo ves con una sonrisa, también. El otro día, me pasó esto que te relato, me quedé con el zumbido de la mosca resonando en la oreja. Nada no cotidiano. El problema comienza, cuando no se te va ese zumbido, cuando sigues pensando y no se van esos momentos, sino que más bien se apoderan de ti, te envuelven. El problema o la suerte, pero en síntesis, todos tenemos ese momento de reflexión sobre cómo marcha nuestro trabajo.

Lo que sucedió hace unos días, incluso no sé si hace ya más de una semana fue lo siguiente. Estaba haciendo un ejercicio de comprensión lectora con mi tutoría. Son alumnos de 5° curso de Educación Primaria. Tienen ahora mismo entre los once y los doce años, según el caso; y en general, están llamando (más fuerte o más suavemente) a la puerta de la preadolescencia. Como en cada uno de estos ejercicios les leí en voz alta el texto y resolvimos cuestiones de vocabulario. A continuación les leí las preguntas sobre dicho texto y resolví algunas dudas. Y como suelo puntuar siempre este tipo de ejercicios, les pedí que estuvieran seguros de comprender letra a letra el ejercicio y que comenzaran a realizarlo en un tiempo determinado.

El texto elegido era una fábula de Esopo con la temática de la mentira. A decir verdad no lo elegí por la temática en sí, sino porque habíamos trabajado la tipología de los textos y este suponía un buen ejemplo de texto narrativo. Las preguntas, a mi modo de entender eran sencillas, sobre el concepto de la dualidad entre lo positivo y lo negativo que tiene la honestidad. Pero al cabo de unos diez minutos tuve que finalizar la tarea.

Una de las preguntas que garantizaban la comprensión del texto, era la siguiente:

¿Qué es para ti la verdad?

Entonces, uno de mis alumnos, levantó la mano y me preguntó:

Profe, ¿qué quiere decir exactamente la prueba con "qué es para ti la verdad"?

Hubo un momento de silencio, porque realmente me quedé en shock. Me pilló con la guardia baja, y no se inició ese sistema de respuesta automática que los años de trabajo te desarrollan. Sí me hubiesen preguntado acerca de cualquier categoría gramatical, incluso acerca del significado de cualquier palabra del texto sin una importancia trascendental, sin una abstracción profunda, hubiese contestado sin dudarlo. Pero no, me estaban cuestionando un tipo de actividad que no habían realizado antes. El pensamiento filosófico.

La verdad, me dio mucha pena. Realmente lamenté que nuestro sistema educativo, tal y como yo misma lo planteo en mis propias clases, no invite al alumnado a desarrollarse de una manera que atienda a la mismísima razón. Y no es que no surgieran con anterioridad temáticas importantes, generalmente provenientes de temas de actualidad o bien centrados en sus intereses. Eso sí lo hemos tenido. Pero nunca antes una palabra, cuyo significado conocen, había trascendido de su cotidianidad para entender un aspecto más de su desarrollo personal.

Iniciar el pensamiento filosófico.

 






Supongo que no existe una edad más adecuada que otra para iniciarse en el pensamiento filosófico. Al fin y al cabo, acabamos de comprobar con este vídeo que se pueden emplear temáticas realmente profundas con niños muy pequeños. Quizás, incluso más importante que el cuándo, en este caso, sea el cómo; pero sobre todo el por qué.
Nuestra sociedad es difusa y cambiante, llena de entresijos. Lo que en un tiempo fue importante, ya no lo es. Lo que en un tiempo fue necesario, ya no se aprecia. Lo que en un tiempo fuimos, ya desapareció. Nuevos retos y debates ideológicos nos allegan y el dualismo hace muchos años que dejó de ser cartesiano para tentarnos con la tecnología y con el progreso. 

¿Por qué enseñar filosofía a los más pequeños? 


Es tiempo de emplear la filosofía, de engancharse en el pensamiento crítico y de devolver el esplendor aquel de antaño en el que el inconformismo social estaba bien visto. Es hora de volver a enseñar a pensar a las nuevas generaciones. Sí, justo ahora que esta asignatura se ha reducido a cenizas. Sí, es hora de hacerlo y de una manera global. La filosofía debería estar presente en la educación transversalmente con todas las áreas de conocimiento y desde las edades más tempranas. 

Si tenemos en cuenta los centros de intereses de los niños, también deberemos mostrarles las posibilidades que no alcanzan a ver, esas profundidades que por complejas pasan a formar parte del elenco desechable. ¿Por qué? ¿Por qué no se puede formar a un niño de seis años en materia de lógica y de reflexión? 

Realmente, nos encontramos ahora mismo como sociedad, en un momento de crisis de identidad social, en la que las vicisitudes de la cotidianidad no nos dejan tiempo para la meditación y la reflexión; motivo por el cual este tipo de pensamiento debe ejercitarse desde la escuela, desde el colegio, desde el instituto y desde la facultad. No podemos dejar atrás a todo un elenco de personalidades que reflexionaron sobre nuestra existencia y sobre nuestras más profundas pulsiones acomodándonos en el sillón, en mi caso, el pupitre. Hoy más que nunca, nuestros niños necesitan ejercitar el pensamiento crítico, para no ceder y dejarse llevar por una masa complaciente y sumisa enlatada en los mass media, para analizar con lupa todo tipo de información. Por no hablar del creciente autoodio que sentimos como especie, como sociedad desligada de tradición cultural. Podemos hablar con nuestro alumnado, con nuestros hijos, aplicando el pensamiento filosófico e indagando sobre cuestiones fundamentales que se abanican con lo rutinario. Hablar sobre la sociedad, sobre los sentimientos, sobre la vida, sobre la muerte, sobre el triunfo, sobre tantas cosas...


¿En qué me ayuda el desarrollo del pensamiento filosófico?


Y, con todo, este tipo de trabajo me acerca poco a poco a un conocimiento que todo niño posee, independientemente de sus capacidades o habilidades, por tanto lo primero que me aporta es inclusión. Evidentemente, pensamiento crítico y autoconocimiento. Pero también empatía, cuando conocemos diferentes versiones de una realidad, y desde luego, autoestima, pues ayuda a un desarrollo personal de un modo profundo, sano y positivo.

En general, todo son beneficios, pero lo más destacable es la contribución a un espíritu ciudadano universal, que habla de una tradición de miles de años atrás.






El zumbido de esa mosca todavía resuena, pero tengo que decir, que cuando he corregido los ejercicios de mis alumnos, después de haber trabajado el tema, después de haber reflexionado sobre el concepto de verdad, después de haber expuesto las opiniones de todos y cada uno de ellos; me he llevado una grata y al fin y al cabo, esperada sorpresa. Sus respuestas a esta pregunta que no entendían, fueron simplemente magníficas. Esta es una pequeña muestra de las respuestas de niños de entre once y doce años sobre su idea de la verdad:

¿Qué es para ti la verdad?


Compartir sentimientos con tus amigos.

Para mí, la verdad es ser sincero con las personas, decir lo que yo pienso, intentando no herir los sentimientos de los demás.

Confiar en alguien, que confíen en ti y ser amables con los demás.

Para mí la verdad duele. Es un sentimiento que no se puede descubrir.

Es un sentimiento un poco doloroso, pero a la vez, te ayuda a conocerte.

Me encanta que me digan la verdad, porque sabes que son tus amigos.

Para mí la verdad es como un sentimiento, porque si te dicen una mentira y luego te enteras de que no es verdad, te sientes muy mal.

Para mí la verdad es cuando una persona es honesta, es verdadera y te dice la verdad, aunque te duela, te la dice.

Realmente impactante, ¿cierto?

Pues esta es solamente la punta del iceberg, pues un ejercicio como este no solamente consigue sacar lo mejor de un niño, sino también lo mejor del adulto que le educa.

Para mí, la verdad es, rigor. Es mostrar una realidad al mundo sin autoengaños, sin barreras, sin presiones coercitivas, sin miedos. La verdad, como bien dicen ellos, puede gustar o no gustar, puede ser contundente o pasajera, pero siempre es bienvenida por aquellos que buscan integridad y virtud en los argumentos.

Por si quieres dar tu propia versión de lo que significa la verdad, te dejo con la fábula de Esopo, esperando que nos dejes tu visión personal en comentarios.

Un lobo hartado de comida y ya sin hambre, vio a una oveja tendida en el suelo. Dándose cuenta que se había desplomado simplemente de terror, se le acercó, y tranquilizándola le prometió dejarla ir si le decía tres verdades.
Le dijo entonces la oveja que la primera es que preferiría no haberle encontrado; la segunda, que como ya lo encontró, hubiera querido encontrarlo ciego; y por tercera verdad le dijo:
- ¡Ojalá, todos los lobos malvados, murieran de mala muerte, ya que, sin haber recibido mal alguno de nosotras, nos dan una guerra cruel!
Reconoció el lobo la realidad de aquellas verdades y dejó marchar a la oveja.

Camina siempre soportado en la verdad, y ella te abrirá los caminos del éxito, aún entre adversarios.
Símbolo de casilla marcadaEsopo

Y para ti, ¿qué es la verdad?...

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3 comments

  1. Maravilloso, iniciar lo antes posible en el pensamiento científico y crítico. Enseñar a pensar para un futuro mejor, con personas integras.

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  2. Muchísimas gracias por tu comentario, Juan. La integridad debiera ser asignatura instrumental a la hora de abordar las capacidades y competencias para la vida. ¡Un saludo y gracias por leer el artículo!

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  3. La verdad rompe, duele, pero como ayuda, y como sociedad debemos abrazar la verdad urgentemente. Reconstruirnos partiendo desde allí. Excelente post, sin desperdicio. #Sencillito

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