psicología jueves, 27 de agosto de 2015

INTELIGENCIA MAQUIAVÉLICA. GALICIA ARDE.

Es realmente lamentable ver como en los últimos días, Galicia, así como otras tantas CCAA arden literalmente. Hectáreas de montes, bosques y arboledas calcinadas desde sus más profundas raíces.

Para mí, me vais a perdonar, lo más cercano me llega más adentro. Quizás porque a pesar de todo, sigo sintiendo un apego muy grande a mi tierra. Pero, a decir verdad, entristece ver como cualquier monte arde, como cualquier árbol pierde su vida. Y aun duele más, ahora. En este momento de rabia contenida.

Sé lo que estarás pensando justo en este momento. En la dichosa reforma de la Ley de montes que permite recalificar áreas quemadas por incendios, ¿verdad? Según la normativa vigente de 2003, eran necesarios 30 años para poder recalificar terrenos que fueran objeto de incendio. Pero con la nueva reforma aprobada por el consejo de ministros a 9 de febrero, estos terrenos pasan a ser recalificables según cada Comunidad Autónoma. 

Lo que hay encubierto detrás de lo evidente en esta catástrofe de medida, es como siempre y al más puro estilo "made in Spain"; la paralización de 6.400 voces. Las 6.400 voces de agentes forestales encargados de tareas de vigilancia del medio ambiente e investigación de causas penales como incendios forestales, delitos contra la fauna y la flora, de maltrato animal, etc. Una vez más, el acallamiento popular para el beneficio de unos pocos.

La política tiene en muchas ocasiones decisiones plagadas de inteligencia maquiavélica.


Y a mí, esta situación, como tantas otras veces me ha hecho pensar en un concepto al que estoy recurriendo últimamente, el concepto de inteligencia, y más concretamente a la inteligencia maquiavélica.

Hipótesis de la Inteligencia maquiavélica.


Lo primero que te vendrá a la mente al pensar en la inteligencia de maquiavélica, seguramente será el conocido escritor y filósofo renacentista Nicolás Maquiavelo. Y estarás en lo cierto con la comparativa, pues, esta hipótesis íntimamente relacionada con la hipótesis del cerebro social (de la cual he escrito en la anterior entrada. Puedes consultarla AQUÍ) propuesta por Dunbar, nos muestra una visión humana muy despótica.

Por inteligencia maquiavélica entendemos, aquella que se emplea para manipular a los otros, obteniendo un beneficio a nivel individual. Según Dunbar, dentro de su hipótesis de la inteligencia social, existen dos versiones para comprenderla. La inteligencia social, mismamente, como aquella que da igual importancia tanto a la manipulación como a la cooperación, siempre para conseguir el bien grupal; y la inteligencia maquiavélica, que únicamente buscaría el beneficio a nivel egocentrista.

Si volvemos al ejemplo de nuestros ancestros (que inicié en la anterior entrada sobre la inteligencia social) desde el punto de vista de la reproducción, el hecho de competir para conseguir la supervivencia de la especie, generó en nuestros cerebros un desarrollo relacionado con las interacciones sociales. De este modo, las estrategias para maximizar el éxito reproductivo mediante comportamientos tanto cooperativos como persuasivo manipulativos, están ancladas en nuestros cerebros por la importancia que supusieron en la evolución de nuestra especie.

El empleo de la manipulación, las mentiras, el engaño, la alianza, el sabotaje,...; pero ¡ojo!; también la cooperación y el altruismo; son características de la inteligencia maquiavélica. La base de este tipo de comportamiento radica en escoger la opción que más beneficia a uno por encima de si pueda beneficiar al otro también.

Somos marionetas para los que emplean la inteligencia maquiavélica.


Una vez más, la adaptación a una sociedad como la nuestra (cultura de masas, redes sociales, medios de comunicación, globalización,...) ha facultado al individuo para emplear esas tácticas persuasivas, más allá de la pura reproducción. La inteligencia maquiavélica nos vale para todo. Para ir al restaurante que queremos y no el que diga nuestro grupo de referencia, para conseguir lo que nos proponemos en una discusión con nuestra pareja, para conseguir que esa persona compre el producto que anuncia el vendedor, para que aceptemos el crédito del banco, para que el niño coma la papilla, para que un gobierno calle a toda una población.



La inteligencia maquiavélica en nuestros días.




Y no creo que haga falta que te diga que en nuestros días, este tipo de inteligencia está más que en auge. Los partidos políticos, las financieras, la troika, los poderes tecnócratas, los lobbies, son los nuevos primates que luchan por la perpetuación de una especie. La suya. De este modo, un día se aprueba una Ley de montes, para garantizar un uso responsable del medio que nos rodea; y años más tarde se lapida la misma ley según el antojo de los que pueden revolver en el cajón. Cooperación y manipulación, según convenga.

Las decisiones políticas de nuestros días son lo más parecido a  la inteligencia maquiavélica de nuestros predecesores, pero llevada a los extremos más radicales.

Como especie, es obvio que vamos a peor y es en este tipo de ejemplos donde más se contempla este hecho. Cuando el ser humano es capaz de destrozar el medio en el que vive para garantizar sus antojos personales por encima de los del grupo, de los de la especie, demuestra su plena involución. Tantos años de perfeccionamiento del cerebro, de agrandamiento del neocórtex, nos han servido para sobrevivir como grupo, pero también para destruirnos los unos a los otros.

No parecemos el eslabón más inteligente de la especie, cuando matamos nuestro futuro, cuando destruimos nuestros ecosistemas. No somos un avance en la evolución cuando quemamos nuestros montes para poder disfrutar de urbanizaciones cool y hoteles a primera línea de playa. No somos más inteligentes cuando Galicia arde, cuando la quemamos entera.


Luchar contra la inteligencia maquiavélica.


No siempre se puede luchar en contra de la inteligencia maquiavélica cuando está presente en los poderes políticos, pero si bien por desgracia, todos usamos este tipo de intelecto para conseguir nuestros propósitos; también podemos limitar la de los demás cuando nos la encontramos. La mejor manera para descubrir, en tu vida personal, cuando alguien está empleando su astucia para sacar beneficio propio, es prestar atención a la mentira. Generalmente la expresión rígida y una actitud a la defensiva delatan este tipo de actitudes engañosas. O por el contrario, la sobreactuación al plasmar un sentimiento es propio de quien no está diciendo toda la verdad. 

También es común el uso de la burla, del sarcasmo y del empleo de un humor poco sano para respaldar argumentos que no son ciertos o que traen consigo doblez. 

Los sentimientos de culpabilidad que generan algunas personas tóxicas que quieren conseguir algo a tu costa, también son muy fáciles de ver. Si decides ser honesto con alguien a quien crees que le debes unas palabras y esta persona está acostumbrada a emplear un intelecto maquiavélico, hará que tú acabes siendo el culpable. Si acostumbras a mantener sentimientos de culpa cerca de algunas personas con las que te relacionas, ten especial atención a cómo te hacen sentir y la sensación que te dejan cuando se van. Es probable que te estén utilizando.

Igualmente, las personas manipuladoras, acostumbran a hacerse las víctimas para conseguir beneficios, generalmente relacionados con que les presten atención.

Sencillos guiños para reconocer personas que se encubren, que se esconden, que buscan sacar provecho a tu costa. Algo de inteligencia social, que no maquiavélica, para dominar nuestras relaciones. Actos sencillos que no nos pueden devolver la madera herida de estos días atrás, pero sí, entre todos, construir una sociedad más justa y cooperativa. Así que, en el camino de lograr una sociedad que no necesite de inteligencia maquiavélica:

No te rindas, Galicia.



En palabras de Mario Benedetti, no te rindas.






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