Educación domingo, 23 de septiembre de 2018

Generación alúdica.

La actual preocupación por el juego infantil, así como el creciente aumento de la gamificación o ludificación en el ámbito educativo, la transformación de patios y parques públicos para adaptar los entornos a nuestra infancia desde autores clásicos como Piaget hasta Francesco Tonucci, la teoría de Gey Lagar sobre patios y parques dinámicos desde le punto de vista inclusivo, el retorno del juego de mesa, la especialización didáctica a través del juego, y un lago etcétera; no hacen más que evidenciar que existe un problema en nuestra sociedad que debemos atajar. Los niños ya no juegan, o al menos no juegan como jugábamos antes. El juego ha cambiado porque su entorno ha cambiado. Su entorno físico, con el desarrollo de las grandes ciudades que han ido poco a poco comiendo terreno a las zonas libres de "peligro", en donde recrear juego grupal y simbólico; y su entorno social, con un aumento del juego tecnológico y sedentario, un juego más individual y solitario.

Los adultos no somos conscientes de este gran cambio y de lo que supone para la transformación social que está por venir. Con esto quiero decir, que los que trabajamos con niños, sí evidentemente hemos visto cambios en las conductas de nuestro alumnado, en su modo de relacionarse y hasta en sus hábitos de salud en los últimos años. También los que somos padres, y frecuentamos parques y lugares de ocio con niños. Pero en general, la sociedad no es consciente de estos cambios porque seamos honestos, tampoco importa demasiado. Si existen hoteles en los que no se permite la entrada de niños, como si fueran ciudadanos de segunda; ¿por qué debería nuestra sociedad preocuparse por el juego del que disfrutan? ¿Por qué preocuparse de que no tengan lugares adecuados para que desarrollen un juego de calidad?

Por primera vez, en este artículo sobre el juego infantil: ¿Cuando dejamos de jugar?, me propuse reflexionar sobre una de las grandes problemáticas que están afectando a nuestra infancia en nuestros días, acuñando el término de Generación alúdica, para hacer referencia a una generación de niños y niñas caracterizada por la ausencia del juego estructurado y social del que hemos disfrutado generaciones y generaciones. Un tipo de juego que evidenciaba una socialización necesaria en los primeros años de vida, que venía conectado a una evolución natural del habla, del desarrollo cognitivo y emocional, que es esencial para el desarrollo de la plasticidad neuronal y el fomento de la creatividad y la imaginación.

Nuestros niños no juegan, ven Youtube. No saben de juegos, saben de marcas. Su juego simbólico es la copia de las películas y videojuegos que los mass media pone a su alcance y han desarrollado un individualismo impuesto, que los ha hecho personas con una alta frustración si no son los protagonistas o ganadores. No entienden de reglas, estrategia o simplemente asociación para ganar. No entienden de normas y les cuesta jugar en grupo porque todos quieren ser líderes. En definitiva, no saben jugar, no juegan y los tiempos de ocio se transforman en momentos llenos de agitación y gritos, sentimientos desbordados y ansiedad.

Ha llegado la Generación alúdica, un constructo social que podría definir el aprendizaje y el modo de relación del futuro.

Un patio de recreo está monopolizado por el fútbol. Nuetro alumnado ya no juega...


Generación alúdica.

Antes de entrar en materia te propongo un reto: durante un tiempo de unos dos minutos aproximadamente, piensa en el nombre de todos los juegos de tu infancia que recuerdes y escríbenos en un papel. Seguramente hayas recordado un número considerable de ellos. Ahora, haz la misma prueba con tus hijos, tu alumnado, niños de entre los cinco y los trece, catorce años y compara.

Estoy totalmente convencida de que entre ambas listas existen las siguientes diferencias:
  • El número de juegos de la lista de los niños es menor.
  • Seguramente los nombres de la lista de los niños no son realmente juegos, sino aplicaciones de móviles, nombres de videojuegos, juguetes, etc.
  • La lista de los adultos está cargada de horas y horas de socialización en donde no solamente se recuerdan los juegos, sino a personas y ambientes llenos de magia.
  • La lista de los niños es una moda pasajera, un challenge, el nombre de unos dibujos animados.
  • La lista de los adultos volverá (crucemos los dedos) con el apoyo de todos.
  • La lista de los padres y madres, es una excusa para pasarlo bien.
  • La lista de los hijos y alumnos nos habla de una situación lamentable, no saben jugar. Son la generación alúdica.

No tienen dónde jugar, no tienen a qué jugar, están totalmente controlados y ahogados por un mar de tecnología. Son una generación a la que se les ha privado del derecho a jugar. Recordemos, derecho establecido por la Asamblea General de la Naciones Unidas desde 1959, y más concretamente en su Convención de los Derechos del Niño de 1989, artículo 31, que reza:

1. Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes.
2. Los Estados Partes respetarán y promoverán el derecho del niño a participar plenamente en la vida cultural y artística y propiciarán oportunidades apropiadas en condiciones de igualdad, de participar en la vida cultural, artística, recreativa y de esparcimiento.

¿Cómo y por qué se ha venido rompiendo con este derecho de la infancia? 


Pues básicamente desde una visión adultocentrista, se han transformado los espacios en lugares para la construcción vertical, pensados en la inmobiliaria y el factor económico, pereciendo los lugares sociales y de recreo. Si a esto le sumamos otros causantes económicos provenientes de la industria juguetera, que han primado el juego con juguete, frente al juego simbólico o de grupo, la publicidad, el impacto de la cultura digital a modo de videojuegos, móviles, tablets, etc.; tenemos una transformación paulatina del tipo de juego que ha reducido el tiempo al aire libre de los niños, que ha promovido conductas antisociales, y en definitiva una vida más sedentaria y menos lúdica.

Yo no estoy en contra de la tecnología, ni de los videojuegos tampoco, pero no podemos obviar que el juego libre y en exterior promueve una serie de hábitos saludables que son innegables. De hecho ya hay estudios que relacionan la experiencia del juego al aire libre con toda una serie de cambios en las conexiones de las neuronas de la corteza prefrontal del cerebro, asociadas a las habilidades emocionales, de planificación de tareas, de resolución de problemas, etc. De hecho el juego es el elemento que nos prepara para ser prosociales, para interactuar con los demás, para la vida; pero además, puede beneficiar nuestro conocimiento y mejorar resultados académicos (puedes ampliar esta información con los estudios del Doctor, profesor de la Facultad de Lethbridge en Canadá y especialista en neurociencia Sergio Ellis,  sobre el desarrollo cognitivosocial a través del juego aquí o aquí).

Por otro lado, nuestro modelo de vida, basado en agendas apresuradas en las cuales consumimos ocio a la carta, reponemos tiempo familiar mediante extraescolares, apuramos los fines de semana a base de sobrestimulación, etc.; promueve que no se dé a lugar un juego de calidad. Al respecto de este planteamiento recomiendo esta entrevista de Diana Oliver para El País, a Andrés Paya, miembro fundador del Observatorio del Juego Infantil. El modelo de sociedad para nada conciliadora, prácticamente obliga a que nuestro sector más vulnerable se pase las tardes en jornadas interminables de extraescolares en donde el juego ha desaparecido.

Parace también, que otro de los factores que han propiciado esta desaparición de lo lúdico está relacionado con nuestro estilo de crianza. Por más difícil que me resulte reconocer un estilo sobreprotector pues creo que hay mucho de prejuicio a la hora de juzgar los actuales modelos de ma/paternidad, todo parece indicar que el constante protagonismo que mantenemos como adultos mediante nuestras intervenciones en el juego, está apoyando también que se acabe el juego de calidad. De hecho, ya existen expertos que relacionan la falta de autonomía y control en el juego, de valoración de los riesgos por uno mismo, de afrontamiento de los conflictos entre iguales en la infancia, con el aumento de psicopatologías como la depresión o la ansiedad infantil (fuente aquí) .

Como ves, toda una serie de factores que se suman para promover que nuestra infancia tenga un amplio retroceso en uno de sus derechos fundamentales, el juego, desde que se reconociese su importancia educativa mediante la revolución industrial y la lucha por los derechos de los niños. Este dato me da que pensar mucho últimamente, me hace reflexionar sobre un cambio más necesario que el educativo, un cambio que afecta a toda nuestra sociedad. Por este motivo, y viéndome muy implicada en lo que esto supone, escribiré y hablaré en el café, en la cena con amigos, con los colegas, sobre la importancia de erradicar esta Generación alúdica. Como madre, como docente, como ciudadana, considero es necesaria una revolución que aúne el respeto por la infancia, por la conciliación familiar y por el cuidado de los entornos, primando el derecho de los niños para que se desarrollen de un modo óptimo. Por tanto, continuará...

El verbo jugar sólo se puede conjugar con el verbo dejar.
✓Francesco Tonucci.






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