Crianza
domingo, 5 de junio de 2016
CULTURA DEL ESFUERZO: RAZONES PARA APLICARLA EN EL AULA Y EN LA VIDA
El
esfuerzo, es la acción física o mental que emplea una fuerza considerable con
algún propósito o fin. Es energía, es voluntad, es resiliencia, es pasión,… Muchos
conceptos en uno, que se aúnan y que conforman la capacidad de esforzarse como
una de las características más deseadas en la etapa educativa de niños y adolescentes.
Con esfuerzo, se mueven montañas, y a pesar de las habilidades y cualidades
innatas que conforman al ser humano, sin esfuerzo no somos nada. Necesitamos fijarnos retos constantemente y pasar de esa línea que nos pone a prueba, que no nos
deja avanzar. Llamémosle inseguridad, llamémosle procastinación, llamémosle
como sea; pero lo cierto es que hay un punto en toda tarea importante de
nuestra vida, en la que necesitamos echar mano del esfuerzo.
Desde
el niño que se esfuerza para estudiar y dar lo mejor de sí en esta recta final
del curso, hasta el adulto que se levanta cada mañana para darlo todo en su
trabajo. El esfuerzo es una máxima común en nuestras vidas, y necesitamos tirar
de él en múltiples ocasiones y momentos. Cuando vivimos tiempos difíciles, el
recurso del esfuerzo es más demandado si cabe, para superarnos y conseguir
salir adelante.
Pero
no es fácil educar en la idea de esfuerzo, educar en una cultura que premie el
trabajo y la dedicación. Y no es fácil, una vez más, por múltiples características
sociales que nos confunden y que se relacionan con la tarea a desempeñar, con los costes que supone el esfuerzo o con los diferenetes modelos de cultura.
El
esfuerzo, tanto en la educación formal como en la crianza debe estar
justificado. Por naturaleza, no acostumbramos a esforzarnos por una tarea que
sabemos nos viene grande. Por este motivo, nos adaptamos en lo educativo al
desarrollo individual de cada niño, dado que la homogeneidad en este caso jugaría
en nuestra contra. Cuando solicitamos una tarea a nuestro alumnado, a nuestros
hijos, que les suponga un esfuerzo cuyo coste sea mayor que los beneficios que
obtengan a partir de ésta; o bien, cuando pedimos una tarea que no son capaces
de alcanzar por más esfuerzo que muestren; se producirá una disonancia. En
otras ocasiones hemos hablado de disonancia
cognitiva, como el fenómeno que se produce cuando nuestras creencias no están en consonancia con nuestros actos y caemos en un estado de malestar. A los niños
a los cuales se les piden objetivos fuera de su alcance, se les sitúa en una
situación de disonancia, por lo tanto medir nuestras exigencias es fundamental.
Pero
por otro lado, el esfuerzo es necesario. ¿Cómo saber hasta dónde tensar la
cuerda?
Cultura del esfuerzo.
La
cultura es el elemento transmitido de padres a hijos, de docente a discente, desde
la comunidad, desde los medios de comunicación; que surge como modo adaptativo
al ambiente social y que consiste en una serie de patrones compartidos. Sin
embargo, no todas las culturas son iguales, pues sus circunstancias sociales
son distintas también y esto incide en los aprendizajes tanto como en la
conformación de perfiles sociales.
La
dimensión individualismo-colectivismo, engloba la idea de cómo se relacionan
los miembros de dos grandes tipos de culturas en la actualidad, y está
relacionada íntimamente con las organizaciones (colegio, escuela, instituto,…)
y el grado de dependencia emocional para con los otros (familia, amigos, comunidad,…).
De este modo, tenemos un gran bloque individualista que representa a culturas
en donde las relaciones sociales y los apoyos en el otro son menores, en donde
se cuenta con que cada uno cuide de sí mismo y de los suyos. Y también, otro
gran bloque colectivista, que representa a culturas con relaciones sociales más
fuertes y de cohesión, con altas dosis de lealtad, de protección del más débil,
de apoyo. Según estudios del psicólogo social y antropólogo, Geert Hofstede, el modelo
individualista es el más valorado por las culturas industrializadas y
capitalistas de occidente; mientras que las asiáticas, y los países latinoamericanos
apoyan más la idea de colectividad.
La
relación con el esfuerzo, en este caso resulta bastante evidente desde el punto
de vista de la conducta. Por lo general, las culturas individualistas que están cegadas por sesgos egocentristas, explican sus éxitos por la atribución a sus capacidades y sus
fracasos por atribuciones a causas externas con poca estabilidad, como por ejemplo la mala
suerte. ¿Te suena de algo? Examen o prueba académica de sobresaliente. Lectura:
soy bueno en esta destreza escolar, por eso saco una buena nota. Misma prueba
de insuficiente. Lectura: las preguntas eran muy difíciles, tuve mala suerte,
el profesor me tiene manía,…
Por
el contrario, en las sociedades de corte colectivista se da el sesgo de
modestia, por tanto se asocian buenos resultados a causas externas y los
fracasos a causas internas o habilidades personales.
Independientemente de su lugar de origen, le
debemos a nuestra infancia una valoración real de sus posibilidades, así como
de sus responsabilidades en la vida. Hoy, más que nunca, el esfuerzo es la
llave del éxito, la clave para poder alcanzar metas, sueños, proyectos,... No es justo que se recreen en la idea de habilidad, mucho menos en la de suerte, a la hora de trabajar. Necesitan saber que el esfuerzo es el motor de una vida sana y próspera. La cultura que vale, es la del esfuerzo.
Esfuerzo y educación.
Para
que la cultura del esfuerzo encaje en nuestra realidad educativa es necesario
valorar y premiar el esfuerzo. Esto es algo bastante fácil si lo pensamos a
priori, pero también bastante difícil de llevar al plano práctico. En un primer
lugar, la educación en la actualidad empieza a premiar el esfuerzo, pero trae
consigo una tradición que premiaba la capacidad memorística. Igualmente, en
estos momentos los modelos educativos tienden a adaptarse al ritmo de
aprendizaje del alumnado, aunque no siempre esto ha sido así. Una vez más,
podemos recordar que con anterioridad, era el alumno el que se adaptaba al
conocimiento. Y hoy, igual que ayer, si no se alcanzan unos objetivos mínimos
no se aplica titulación, por lo cual el esfuerzo que algunos niños tienen que
hacer es mayor (y en ocasiones mucho mayor) que el de otros.
Además,
los medios de comunicación no ayudan mucho, si el 90% de la programación en
prime time está relacionada con el triunfo sin meritocracia, por ser famoso por
la “suerte” y no por tu trabajo o dedicación a alguna disciplina el particular.
El ejemplo es nefasto y además está sobreexpuesto, ante lo cuál nuestra
infancia, como decía al principio de esta entrada, analiza los costes y como es
natural, se niega al trabajo, se niega a la actitud de dedicación y esfuerzo.
Por
eso el papel de las entidades educativas es fundamental, valorando el trabajo
personal y premiándolo, como te comentaba. Como docentes debemos hacer entender
a nuestros alumnos que con esfuerzo se consiguen los sueños, independientemente
de las habilidades que uno tenga. Debemos puntuar, calificar, evaluar el
esfuerzo, pues es indicativo de éxito en la vida, y por tanto, lo será también
el plano académico.
Y
como padres, tenemos que reforzar esta idea con las labores de casa, con los
deberes. No debemos caer en esta dialéctica deberes sí, deberes no. La clave
está en hacer entender a tus hijos que si se esfuerzan conseguirán grandes
cosas. Este mundo está hecho para los trabajadores, y la suerte no es predoctora
del éxito.
Entre todos podemos hacer una sociedad mejor, más trabajadora, más competente, con una mayor adaptación al cambio, más resiliente; y como de costumbre, el primer eslabón hará más fuerte a la cadena. Nuestros chicos, nuestros niños, alumnos, hijos, esa infancia que es esponja ahora mismo. Por una cultura unificada y sin dimensiones que valorice a las personas y no su dinero o su capacidad, por una cambio sistémico en nuestro modo de hacer comunidad, por la cultura del esfuerzo y su aplicación tanto en el aula como en la vida.
Un buen día, echando la vista atrás se dará usted cuenta de que esos años de lucha han sido los más hermosos de su vida. Sigmund Freud.
4 comments
Ha sido como leer mis apuntes jajajajaja
ResponderEliminarHay quien se esfuerza mucho y saca una nota más baja que quien apenas se esfuerza. Eso pasa y desmotiva y acabas pensando que para qué te vas a esforzar si lo que cuenta es la nota que saques...
Y podría decir mucho pero a ver si se va a quedar más largo que la entrada jajajajajaja
Besos achocolatados y gran entrada :3
Tarde, pero llego. Una vez más, escribiendo sobre disonancia cognitiva y te encuentro, profe. Un abrazo y que sea, que sea muuuucho más largo, que hay que hablar de esto a diario y con contenido. Gracias.
EliminarJustamente hablé de esto con mi marido, me lo volveré a leer e incluso me lo imprimiré! Me ha gustado mucho!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Aprendemnos con mamá.
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