Crianza domingo, 18 de marzo de 2018

Pues ya sabes, ¡anímate!

Pues ya sabes, ¡anímate!

Cada vez que veo un niño recién nacido, algo en mí se enciende. Es como si se iniciara una maquinaria que me recuerda una de las cosas más impresionantes que he hecho en mi vida. Ser madre.

Si bien como docente siempre he tenido relación con niños desde hace un largo tiempo, nada es comparable a la sensación de protección que de ti emana cuando tienes tu propio hijo. Y para qué mentir, si pudiera, tendría muchos. Por varios motivos y sólo por uno en concreto, me encantan. Y realmente me encanta la etapa en que son recién nacidos. A pesar de la dureza, a pesar del trabajo y de las preocupaciones,... A pesar de las horas sin dormir. Esa fragilidad de cuando cuentan con días, totalmente dependientes de tus caricias, de tus abrazos, tus canciones y tu amor; es un momento único y realmente nada en tu vida vuelve a ser igual que antes de vivirlo.

Y me pasa que cada vez que veo a un niño muy pequeño, la envidia se apodera de mí. Recuerdo cuando el mío era así de chiquitito y entre la nostalgia y la bobería de los ohhhh, y las carantoñas, y vocecitas; se me nota. Se me nota que me encantaría volver a revivir ese momento. Pero no siempre la ocasión es propicia para volver a repetir la experiencia de la maternidad. Y es más, me parece una decisión que no se debe tomar a la ligera.

Pues ya sabes, ¡anímate!


Generalmente los padres tendemos a tener claro si queremos tener un hijo solamente o quizás dos, incluso si queremos tener una familia numerosa. Pero las circunstancias de cada cual le van guiando por el camino que finalmente toma y siempre hay un condicionante que se repite. A la gente le gusta opinar...

Pues ya sabes, ¡anímate!


Esta es una frase que escucho con frecuencia. Como si fuera tan fácil, como si fuera una decisión que no hayas valorado una y mil veces, como si con tener ánimo ya fuese suficiente. Ese "pues ya sabes, ¡anímate!", habla más del que lo dice que del que lo escucha, lo tengo muy claro. Ya en otras ocasiones me postulé sobre expresiones tan trilladas como el disfrútalo, ¡que vuelan!, y hoy le ha tocado al pues ya sabes... Una de tantas frases hechas que muchas veces empleamos sin sentido, porque parece que es lo que toca o porque ni siquiera sabemos qué decir...

Un hijo único no es menos que otro que tenga hermanos.


A mí me gustaría defender hoy que si te estás pensando lo de tener más hijos, tenerlos no es cosa de animarse, sino de renunciar. Yo te quiero animar más bien, a que medites, a que sopeses los pros y los contras de una decisión como esta. Y te quiero recordar que tener un sólo hijo no es una desgracia. Los hijos únicos no tienen porqué reproducir ese cliché tan estereotipado de mimosos caprichosos. Los hijos únicos, de hecho, son un tesoro. Son aquellos que maduran antes pues se relacionan más con los adultos en el ámbito familiar. Son los que desarrollan un pragmatismo más marcado, pues pasan mucho tiempo entre padres y abuelos. Los hijos únicos, son los que tendrán más oportunidades en este competitivo y cruel mundo que les dejamos, pues valorarán más su propiedad, ya que no comparten con hermanos. Defenderán sus posesiones con más ahínco pues no estarán acostumbrados a compartir, pero también sabrán luchar por lo que es suyo.

Te salen más económicos. Y si te parece éste un motivo superficial para no tener más descendencia, recuerda que a mayor edad, mayores serán los gatos y esto también hay que meditarlo. Serán más dependientes, pero esto los acerca más a sus padres y a mí me parece estupendo, siempre que se enfoque de una manera sana.

No lo vas a comparar con ningún otro. Será especial y como la misma palabra indica, único.

Con el paso del tiempo sé que me preguntaré acerca de por que no tener otro hijo, pero no me gustaría preguntarle lo contrario: por qué lo tuve.

El lenguaje evoluciona, cambiemos.


Por último, me gustaría reflexionar sobre cómo el lenguaje evoluciona con los tiempos en relación a esta temática. No quiero crear polémica, pero el lenguaje que empleamos es realmente democrático. Esta idea siempre la defiendo cuando hay debate feminista. Yo no siempre empleo el lenguaje inclusivo, porque me parece que hay mucho que cambiar de manera prioritaria, pero tampoco lo desmerezco; porque si una mayoría aplastante lo usa, entiendo que esto manda. Si tengo  que aceptar palabras como "asín" o "papichulo" como correctas, porque su uso ha hecho la norma (recuerdo que son palabras aceptadas por la RAE, lo mismo que almóndiga); esto aplica al uso del lenguaje inclusivo también.  Este ejemplo lo propongo para reflexionar sobre el cambio de frases hechas que son realmente armas cargadas de prejuicio. Tener un hijo NO es cosa de animarse, sino de reflexionar.

Desde que soy madre, tengo especial cuidado en cómo me dirijo al resto de madres, porque a veces los comentarios pueden ser desafortunados. Desde el "ahora a por la parejita", hasta el "son cosas de niños" pasando por todo un elenco de frases que masticamos sin pensar; os propongo que reflexionemos sobre el lenguaje que empleamos al verbalizar sobre la crianza, porque hablamos como nuestros abuelos y no nos damos cuenta.


"Si no quieres hijos, no los tengas, pero si los tienes hay que educarlos. Eso de querer ser padres pero la resistencia a que cambie tu vida me sorprende, porque es imposible y porque cambiar está bien. Esta obsesión por lo práctico… No tener hijos es muy práctico. Tener hijos no es práctico, es apasionante, maravilloso, divertido, aventura fantástica. Tus amigos sin hijos el lunes presumen de que han ido al cine y tú has ido a urgencias".

✔Carles Capdevila.




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