Educación domingo, 6 de octubre de 2019

Esquemas sociales: efecto Pigmalión.

Introducción.


La mente humana, dentro de su maravillosa complejidad, necesita darle un sentido a cada elemento de su entorno más cercano, a cada realidad que le rodea. Las personas, las situaciones, los estímulos que recibimos, se categorizan en esquemas mentales que almacenan nuestra información como en una biblioteca se guardan volúmenes y volúmenes de libros. Estos esquemas son síntesis a modo global que tienen una función retroalimentadora, pues además de servir a modo de almacenamiento de la información, también reafirman las propias creencias existentes. De este modo, vamos conformando una imagen de nuestro mundo que siempre depende de la tipología de esquemas que nosotros mismos fabricamos.

El Efecto Pigmalión, pone de manifiesto cómo los esquemas sociales nos hacen esclavos de nuestros actos, y el universo de las espectativas se nos muestra como un pilar fundamental en nuestra relación con el otro.

Palabras clave.


Efecto Pigmalión, Esquema social, expectativas, educación.

Contenido.


De entre todos los tipos de esquemas que podemos llegar a manejar para almacenar la información, los esquemas sobre las personas con las que nos relacionamos son, sin duda, aquellos más globales y abstractos. Los tipos de personas con los que nos relacionamos (el médico, el camarero, el panadero, los niños, el anciano,...), los estilos de personalidades (agradable, desagradable, educado, correcto, servicial,...), de grupos o roles sociales (mujeres, políticos, gitanos,...) son esquemas que hemos ido creando y a los que recurrimos cada vez que interactuamos con una persona. A menudo esta categorización de esquemas mentales nos lleva a modos de etiquetado prejuicioso o pensamientos inconscientes sobre estos grupos o personas, llegando a la complementariedad de los esquemas. De este modo, tendremos a pensar que una persona educada, será también bondadosa, o que una persona ordenada será también metódica y disciplinada. Por este motivo es tan sencillo caer en el mundo del prejuicio, del estereotipo, cuando los grupos que esquematizamos son aquellos del estilo de los feministas, ecologistas, o ciertos grupos sociales como los inmigrantes. De hecho, toda la teoría de roles de identidad, proviene de nuestra tendencia natural a organizar la información que nos rodea en esquemas sociales.

Los esquemas son productos, generalmente, del aprendizaje y la experiencia. A partir de nuestras relaciones sociales los conformamos ampliando nuestras categorías. Y como hablaba anteriormente de la retroalimentación, una vez formado un esquema este nos servirá como punto de partida para crear los siguientes, pero también, nos abrirá las puertas del conocimiento para añadir excepciones. A pesar de estas connotaciones negativas del etiquetado, el almacenado de la información social en esquemas es realmente beneficioso y productivo, pues ayuda a almacenar información relevante o significativa de manera automática. Esta capacidad viene dada por genética, pues nuestros ancestros necesitaron de esta categorización para sobrevivir. Conocer las intenciones de una tribu enemiga y poder calar a un desconocido supuso una ventaja muy beneficiosa para la supervivencia.


Esquemas sociales y efecto Pigmalión



El efecto Pigmalión, otra categorización social.


Uno de los casos más relevantes en el ámbito educativo de la categorización social en esquemas es el efecto Pigmalión. Los esquemas que tenemos acerca de otras personas, nos hacen generar unas expectativas sobre estas, sobre cómo son, sobre su comportamiento, sobre su modo de pensar y actuar. Este es el caso de lo que en psicología social se conoce como profecía autocumplida, es decir, la formulación de una suposición que en sí misma será la posible causa de que se haga realidad. Las expectativas que generamos en la figura de los demás, generan una gran influencia en su comportamiento, perpetuando el esquema social.

En la antigua Grecia se conoció a Pigmalión como el rey chipriota que en el fracaso de la búsqueda de la esposa perfecta, dedicó su vida al ejercicio de la escultura. Entonces, talló en marfil una escultura de mujer, finalmente conocida como Galatea. De tanto admirar su propia obra, Pigmalión se enamoró de ella y con la mediación de Afrodita, Galatea cobró vida y Pigmalión vio su deseo cumplido. El efecto Pigmalión nos advierte de las consecuencias que pueden tener las expectativas que ponemos en los demás, o dicho de otro modo, cómo nuestros esquemas sociales pueden ser determinantes en la vida de los otros, nuestras Galateas.

Robert Rosenthal y Leonor Jacobson, desconocían en 1963, cómo su trabajo posterior en común sería uno de los más importantes hitos de la historia educativa a nivel mundial. Rosenthal, psicólogo social de ascendencia alemana publicaba por entonces un estudio para la American Scientist en el que ponía en evidencia que las expectativas de los investigadores podían afectar a los resultados de sus experimentos. Por su parte, Leonor Jacobson, directora en una escuela en San Francisco, decide iniciar una correspondencia con Rosenthal para aplicar su teoría en el ámbito educativo. Esta relación cristalizará en la realización del experimento definitivo en la escuela mencionada que ambos codirigirán para inferir que las expectativas de los docentes sobre su alumnado es determinante en sus resultados académicos, pues tienden a cumplirse.

1968, pleno apogeo del efecto placebo y un mundo convulso resultado de acontecimientos que irían desde el asesinato de Kennedy a la Misión Apollo 8. Rosenthal y Jacobson inician un estudio experimental en el cual los protagonistas serán los docentes de la escuela de San Francisco dirigida por Jacobson, aunque estos no lo sabrían por el momento. Se les comunica que se iniciarán unos tests de inteligencia no verbal al alumnado de Educación Primaria e Infantil de la escuela para reconocer o identificar a aquellos niños que pudieran tener un desarrollo repentino de sus capacidades intelectuales en el curso del año mencionado. Se les comunica a los profesores que tras la corrección de los tests, un 20% del alumnado del centro educativo ha tenido na respuesta satisfactoria y se les entrega de un listado con aquel alumnado objeto de la investigación. Sin embargo, nada de esto es cierto, y este alumnado se ha seleccionado de manera aleatoria, independientemente de la puntuación del test. Se pretendía que el cuerpo de profesorado se hiciera una idea, creara un esquema mental sobre este grupo de niños y niñas, es decir, generara unas expectativas sobre el grupo en cuestión. Rosenthal y Jacobson querían comprobar cómo la conducta del profesorado cambiaría para con el alumnado seleccionado a partir de una información que no era real. De este modo comprobarían si este tipo de expectativas tendían a transformar la sociedad, si esta nueva mirada cambiaría destinos, si la influencia del docente es determinante en los resultados del alumno.

Un año más tarde, repitieron el mismo test y comprobaron que el grupo de alumnado seleccionado como sujetos experimentales de manera totalmente aleatoria, había mejorado sus resultados muy por encima del resto de alumnado del centro educativo. Pero no solamente esto, Rosenthal y Jacobson pudieron inferir que esta influencia se mantenía en el tiempo, incluso pasados años. Por tanto, aunque esta diferencia del grupo seleccionado estaba presente únicamente en la mente de los profesores, su influencia estaba clara en el desarrollo de su alumnado. El profesorado, inducido por la situación experimental, creó unas falsas expectativas sobre la capacidad de aprendizaje en el alumnado, dando un trato diferenciador que cumplió sus prognósticos a pesar de estar construidos sobre datos falsos.

El problema de las investigaciones sobre el efecto Pigmalión y por lo que sido duramente criticado en numerosas ocasiones, es que pone de manifiesto que unas expectativas negativas, conforman una profecía de igual calado que también tenderá a cumplirse. Esto ha venido conociéndose como efecto Pigmalión negativo o efecto Golem. Por tanto, los esquemas sociales, inherentes al ser humano, estarán siempre presentes en nuestra sociedad y especialmente en el ámbito educativo; donde en una situación de saturación laboral y recortes sistemáticos, se facilitará el etiquetado rápido del alumnado que sin duda lleva al error. Es imprescindible actuar con un sesgo positivo hacia todo el alumnado sin excepciones. Mostrarles que ellos pueden, que son capaces y que el maestro confía, que el docente cree en ellos. Sólo de este modo, la profecía autocumplida será beneficiosa para con los resultados académicos de todos los niños.

Pero el estudio de Rosenthal y Jacobson también ha sido uno de los estudios más replicados con similares resultados, lo cual no ha hecho más que reafirmar sus conclusiones. Tal fue el caso del "Estudio de la motivación humana" de McClelland en el que narra una situación experimental similar a la de la escuela californiana. Con un test de capacidad entregado a un grupo de alumnos estadounidenses de color entre los 7 a los 11 años de edad, se manipularon los resultados para comunicarles al cuerpo de docentes que una mitad de la clase, que en realidad había sido elegida al azar, tenía unos resultados brillantes, mientras que de la otra mitad se entregaron los resultados reales. En la investigación de McClelland se refutaron los resultados de Rosenthal y Jacobson cuando esta mitad de la clase obtuvo un mayor progreso al finalizar el curso escolar. Por tanto, la simple idea de que estos alumnos eran más inteligentes, produjo que sus docentes los tratasen con mayores expectativas de logro.

Conocer el funcionamiento de nuestro cerebro social nos puede ayudar a que muchos niños no se pierdan en el camino. Tomar consciencia de la vital importancia que nuestras expectativas tienen en su fututo es quizás uno de los mayores hallazgos de la psicología del siglo pasado. A día de hoy existen numerosos factores que pueden estar implicados en el fracaso escolar: las ratios, la inversión económica, la carencia de recursos, las condiciones laborales del alumnado, el contexto de decadencia socio cultural actual, etc.; pero no podemos obviar que no somos perfectos, pero sí determinantes. Nuestras creencias sobre los demás, especialmente en la relación alumno profesor, tienen una influencia que probablemente nunca llegaremos a comprender.

Bibliografía.

  • Rosenthal R, Jacobson L. (1968) Pygmalion in the classroom. New York: Holt, Rinehart & Winston.
  • McClelland D. (1989) Estudio de la motivación humana. Narcea, Madrid.




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La cita. 

 

Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser.

✓ Goethe.

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